Memorias desde un barco que se hunde

AutorBarry Gifford

Cuando Roy tenía cinco años, su madre lo llevó a Chicago para que se quedara con su abuela mientras ella se iba a Acapulco con su nuevo ligue, Rafaelito Faz. A Roy le habían contado que en el infierno te asabas, pero cuando su madre y él llegaron a Chicago en avión desde Miami en lo más crudo del invierno, decidió que le habían engañado.

En el infierno te helabas, no al revés, y Roy se hacía cruces de que su madre le hubiera llevado a semejante sitio.

"Tiene que odiarme -pensó- para haberme traído aquí. Debo de haber hecho algo malísimo". Que su abuela ya estuviera allí, en Chicago, le pareció una prueba clara de que también ella habría cometido un pecado imperdonable.

La madre de Roy sólo estuvo en el infierno el tiempo justo para dejarlo a él allí. Rafaelito Faz la esperaba en México.

"Es un hombre muy rico -le había explicado su abuela a Roy-. La familia Faz es propietaria de una cadena de tiendas en Venezuela". Entonces los ricos, dedujo Roy, no iban al infierno. Su madre le había enseñado una foto de Rafaelito Faz recortada de un Miami Herald. Llevaba raya en medio y lucía un bigote ralo que las ventoleras típicas de Chicago habrían puesto sin duda en peligro. El pie de foto decía así: "El joven Faz de visita en Miami".

A la vuelta de sus vacaciones, la madre de Roy llevaba un abrigo blanco y tenía la piel tan morena como Chico Carrasquel, el parador en corto de los White Sox. Roy no le dijo que estaba enfadado con ella por haberlo dejado en el infierno mientras ella se iba a otro país a disfrutar de la playa, porque le daba miedo que su madre volviera a hacerlo si se lo decía. Roy le preguntó si Rafaelito Faz había venido con ella. "Olvídate de ése, Roy -dijo su madre-. No quiero ver a esa rata nunca más".

La siguiente vez que Roy fue a Chicago a visitar a su abuela, tenía casi siete años y era verano. Su madre desapareció al cabo de dos o tres días. La abuela le dijo a Roy que había ido a ver a un amigo que tenía una casa en un lago de Minnesota. "¿Cuál?", preguntó Roy. "Hay diez mil lagos en Minnesota -le dijo la abuela-, si hemos de creer lo que pone en las matrículas de coche, pero yo sólo me sé el Superior".

Mientras la madre de Roy estaba en uno de los diez mil lagos de Minnesota, hubo en Chicago una huelga de basureros. La porquería se acumulaba en las calles de la ciudad. Como hacía mucho calor y el clima era muy húmedo, Chicago empezaba a...

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