DE MEMORIA / El ángel caído

AutorSealtiel Alatriste

15 y 16 de septiembre: Se celebran las fiestas de la Independencia Nacional.

No sé cuántos mexicanos vean representada la idea de independencia, de la llamada Independencia Nacional, en la columna del Ángel del Paseo de la Reforma. Debo confesar que yo soy de esos. Desde pequeño me he representado el nacimiento de la Nación en ese monumento, y le he ido tomando un afecto que va más allá de su belleza urbana. He presenciado, por ejemplo, dos veces el desfile militar del día 16, y ambas han ocurrido cerca de la glorieta del Ángel. La primera tuvo lugar hacia el año 1960, cuando fui con mi amigo Mario Dubois y una prima suya (que en mi memoria me parece que estaba buenísima). En cualquier caso, eso no es lo importante, sino que la prima de marras le había regalado un radio de transistores aquel día. Yo los acompañé para ver si, con la distracción del desfile, Mario me prestaba su radiecito. Me recuerdo paseando por el bulevar de Reforma escuchando el minúsculo aparato a la vera del Ángel, mientras la gleba aplaudía al contingente de los radio-comunicadores del Ejército mexicano.

La vez siguiente ocurrió cuando hacía el servicio militar y a mi compañía le tocó hacer valla precisamente en la glorieta del Ángel. Fue la única vez que vi el desfile completito mientras la misma gleba de la que me había apartado años atrás para saber qué era una radio de transistores, nos pasaba limones dizque para que no muriéramos de sed.

La idea de que el Ángel es la fiel representación de la Independencia, sin embargo, se arraiga en otra experiencia. Trasladémonos in mente al año 1957. Un día (de un mes que no recuerdo) ocurrió un temblor de padre y muy señor nuestro, que entre otras cosas tiró al Ángel desde lo alto de su columna. Fue una jornada malhadada, con la tristeza que acarrean las desgracias naturales, pero que ocasionó una romería por la ciudad. Por entonces los chilangos no sumábamos más de ocho millones, y en mi recuerdo parece que todos estaban fuera de sus casas, marchando por la calle para ir a ver los restos esparcidos del Ángel por el Paseo de la Reforma. Yo tenía ocho años, caminaba de la mano de mi papá, y me pude parar cerca...

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