Memoria viva de la Cristiada

AutorOscar Alvarez

Alfredo Hernández Quesada muestra orgulloso una fotografía de su tío Efrén Quesada: aparece con los brazos cruzados, posando desafiante con otros miembros de la Acción Católica de la Juventud Mexicana tras la celebración de una misa en 1926.

"Por aquella época no era sólo una osada manifestación de religiosidad, sino también una provocación al Gobierno", explica Hernández, creador del Museo Nacional Cristero, en Encarnación de Díaz, Jalisco.

Las relaciones entre Iglesia y Estado atravesaban entonces momentos delicados, pues el año anterior, el cierre de 70 conventos y la fundación de una iglesia cismática mexicana desvinculada del Vaticano habían generado una preocupante tensión social.

En 1926 entraron en vigor las reformas de la "Ley Calles" que hacían efectivos algunos artículos de la Constitución revolucionaria de 1917 tendentes a reducir el poder eclesiástico y aumentaron las penas por la infracción de disposiciones relativas a la Iglesia.

Además, obligaban a que todos los sacerdotes se registraran en la Secretaría de Gobernación.

Como respuesta, el Episcopado mexicano decretó la suspensión de cultos y el abandono de los templos.

Mientras la organización clandestina Liga Defensora de la Libertad Religiosa aumentaba la presión para que se derogaran las leyes callistas, el Estado cerró los conventos, los inventarió y reutilizó varios como cuarteles.

La escalada de mutua intolerancia provocó que para el 31 de julio de 1926, las vías de negociación pacífica quedaran cerradas, aumentó la represión y con ella surgió una rebelión: la Guerra Cristera.

Las carabinas, balas de cañón, uniformes, imágenes, cruces y otras piezas de la colección del Museo Nacional Cristero hablan de aquellos tiempos.

Su acervo cuenta con una interesante fototeca, además de biblioteca, hemeroteca y videoteca que recoge entrevistas con los protagonistas (cristeros, agraristas, federales, sacerdotes, funcionarios) que sobrevivieron hasta la época actual.

Este archivo histórico proporcionará una introducción perfecta a la Ruta Cristera.

Los conocimientos de Hernández sobre un tema al que ha consagrado su vida entera ayudan a interpretar un hecho tan controversial.

"Estaban peleando entre hermanos en la fe, entre campesinos mexicanos; esa es la gran tragedia de la Cristiada, lo que quisiera que comprendiera el pueblo de México", dice.

Antes de abandonar Encarnación de Díaz y seguir camino, no deje de visitar dos señalados escenarios: el Panteón de la Misericordia y la...

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