La memoria y el legado

AutorBeatriz De León y Jesús Pacheco

El movimiento estudiantil del 68 generó muchos cambios en México, como una relación más igualitaria entre autoridades y gobernados, o el impulso a la libertad de expresión, de movimiento y de protesta; sin embargo, toca a las nuevas generaciones capitalizar su legado. A 40 años, miembros de dos generaciones de personalidades -quienes vivieron los hechos y quienes asumen su memoria- hacen un balance de la historia y valoran el 68 como punto de partida en la construcción del futuro

Enrique Krauze

La rebelión libertaria

Para el historiador Enrique Krauze, gracias al 68, existe en México más libertad de expresión, de movimiento y de protesta.

¿Qué representa en su vida el 68?

Me marcó para siempre. No vi, o no quise ver en él, un movimiento revolucionario (que lo era, en ciernes) sino una rebelión libertaria. Un inmenso NO ante un gobierno y un régimen autoritario y despótico. Un régimen que se había petrificado, creyendo las mentiras de su propia propaganda y su verdad única. Un régimen que no sabía dialogar. Eso quise leer en el movimiento y por eso participé desde mi amada Facultad de Ingeniería. Todo lo que he escrito y hecho después (cualquiera que sea el pequeño valor que tenga) nació hace 40 años en las marchas de ese impulso libertario, casi anarquista, que en mi caso, con el tiempo, derivó en convicciones democráticas y liberales.

A 40 años de distancia, ¿cómo contempla estos hechos?

Con distancia crítica. Como historiador, lo juzgo de manera menos romántica. La rebelión por la libertad es una cosa, la construcción de la democracia es otra. El movimiento de 1968 fue festivo, irracional, emotivo, imaginativo, maniqueo, generoso, romántico, expansivo, contestatario, destructivo, irreverente. La verdad es que no conocía los argumentos complejos, los claroscuros de la vida real.

Todo lo contrario: rechazaba por completo el orden establecido. Quería el todo o nada. No tuvo noción de sus propios límites, no imaginó un proyecto constructivo de transición política para sí mismo y para México, tenía aversión a la prudencia, la tolerancia, la autocrítica, la negociación, la racionalidad. Nunca se propuso, por ejemplo, la creación de un partido político que sin duda hubiera podido nacer entonces. Hasta teníamos un eslogan, "¡Únete, pueblo!", pero el pueblo hubiera necesitado mucho más para unirse, para participar de verdad en la política: hubiera necesitado una estructura, una institución, un cauce, un partido.

Esas nociones, y aun la idea misma del voto, eran ajenas al movimiento estudiantil.

¿Qué cambió en México tras el 68?

En un país supuestamente "revolucionario", acostumbrado a la obediencia y el silencio, la discusión pública de los problemas era ya en sí misma una novedad extraordinaria. Ese impulso de libertad prendió. Gracias al 68, hay en México más libertad de expresión, de movimiento, de protesta. Y gracias al 68, las mujeres -que eran un contingente numeroso en el movimiento- ingresaron con fuerza en la vida pública, lo cual fue un logro histórico en un país con las tradiciones machistas de México.

¿Son válidas, a estas alturas, las exigencias de los jóvenes del 68?

Hay dos caras en el movimiento: la cara de la libertad y la cara del dogmatismo autoritario. La primera está vigente en nuestra joven democracia. Debemos consolidarla y profundizarla. Para enfrentar los terribles problemas que tiene México, de nada nos sirve volver al autoritarismo. Hay que salir de esos problemas en la democracia, no de espaldas a ella. Pero la otra cara del movimiento -decisiva, a mi juicio- es su legado en la izquierda. Y sobre ese legado, sólo la izquierda podrá decidir. ¿Son herederos del espíritu dogmático y autoritario que sin duda había en el movimiento? ¿O son herederos del espíritu de libertad y la democracia embrionaria que también latía en el 68? La moneda está en el aire y en las siglas de PRD: ¿Revolución o Democracia? Ojalá no opte por las variantes modernas de lo primero. Ojalá opte por lo segundo. Si lo hace hoy, la izquierda (en particular en el PRD) escribiría la última palabra sobre el 68 estableciéndolo ya, en definitiva, como un momento precursor de nuestra democracia.

León Krauze

Lección crítica

Si las generaciones que siguieron a la del 68 no miran al futuro con seriedad y responsabilidad, el 2 de octubre habrá ocurrido para nada, opina el escritor León Krauze.

¿Cómo contempla el movimiento estudiantil del 68?

Aunque nací en 1975, la matanza de Tlatelolco siempre ha sido una herida presente -visible, audible- en mi vida. Para mis padres, el 2 de octubre marcó un parteaguas que, desde que tengo memoria, determinó una perspectiva crítica, una especie de decepción definitiva con el México postrevolucionario. Aun así -y ésta es, para mí, la gran lección del 68- no recuerdo que mis padres asumieran lo ocurrido como un motivo de eterno rencor. Más bien, al escucharlos hablar del movimiento y su trágica conclusión, recuerdo un énfasis en la construcción...

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