Medios de comunicación y política exterior

AutorDr. Miguel Ángel Valverde Loya
Páginas49-58

Dr. Miguel Ángel Valverde Loya. Director de la Maestría en Administración Pública y Políticas Públicas del Departamento de Ciencia Política y Derecho de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Ciudad de México.

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Introducción

Los medios de comunicación tienen una presencia importante en la sociedad moderna, y se les considera un componente significativo de los procesos políticos. En materia de política exterior, los medios proporcionan una gran cantidad de información sobre eventos nacionales e internacionales, la cual diseminan con una enorme rapidez. Los conflictos bélicos, las crisis internacionales, las negociaciones diplomáticas o comerciales alcanzan una asombrosa inmediatez para vastas audiencias. Gran parte de la información y muchas de las imágenes que recibe el público proviene de los medios, y se les percibe no sólo como capaces de influir en la opinión pública, sino de incidir sobre el curso mismo de políticas.

El propósito de este estudio es discutir algunas de las principales ideas y conceptos que se han desarrollado, en el tema de la relación entre los medios de comunicación y la política exterior. El argumento central del trabajo es que la relación simbiótica existente entre los medios y el gobierno (en la que éste último es fuente esencial de información para los primeros, y éstos son canal primordial para la relación con los gobernados), se acentúa significativamente en esta área. Por otro lado, en las sociedades democráticas, aún cuando al igual que en la política interna, una gran variedad de actores están involucrados, el acceso a los medios es mucho más inequitativo. Los actores internos con frecuencia tienen múltiples canales de acceso a los medios, mientras que los actores extranjeros suelen alcanzar espacios más limitados. A su vez, mientras que en la política doméstica las preocupaciones primordiales son la independencia del gobierno, presentar información veraz, y convertirse en “guardián del interés público”, en política exterior puede llegar a plantearse una contradicción entre esta vocación democrática y el interés nacional. Es decir, el libre acceso a la información (particularmente en un mundo globalizado) puede obstaculizar el logro de objetivos o poner en riesgo la seguridad de un país, al beneficiar a sus enemigos externos.

Se utiliza el término de “medios” para referirse tanto a medios electrónicos como escritos, y dado que la gran mayoría de los estudios sobre el tema han sido realizados en los Estados Unidos, el actor preponderante en el plano internacional en la actualidad, los marcos de referencia primordial son la sociedad y el sistema político estadounidense. Los primeros dos apartados exploran distintas interpretaciones sobre la naturaleza y funciones de los medios, así como su relación con instancias gubernamentales. El tercero y cuarto se refieren al tema de la influencia de los medios sobre la formulación y el curso de la política exterior. Una quinta sección aborda los efectos sobre la opinión pública, y por último se esbozan algunas conclusiones.

I El papel de los medios

En la literatura sobre medios se hace una distinción entre cobertura de política interna, y cobertura de política exterior. En su estudio clásico de 1922, Walter Lippman sugirió una diferencia al señalar que la cobertura de asuntos internacionales por parte de los medios proporciona el elemento primordial para la conformación de las percepciones del público (Lippman; 1992). Nicholas Berry ha señalado que los asuntos de política exterior son mucho más ajenos a la mente del público, y autores como Shanto Iyengar y Donald Kinder llegaron a indicar que debido a que la mayoría del público estadounidense no tiene ni interés ni conocimiento en asuntos internacionales, se inclinan a creer lo que muestra la televisión, su principal fuente de información de política exterior (Berry et. al., 1990; Iyengar et. al., 1987). Otros autores han agregado que sencillamente, el público norteamericano carece de sofisticación suficiente para comprender los eventos internacionales (Paletz et al., 1980 3: 416-426). Estas ideas han llevado a pensar que en política exterior, los medios tienen mayor oportunidad para influenciar (o de ser utilizados para influenciar) a la opinión pública.

En el trabajo pionero The Press and Foreign Policy (1963), Bernard Cohen distinguió las funciones de informar y explicar la política exterior al público en general, y la de criticar y cuestionar las decisiones gubernamentales sobre la materia. Desde entonces, varios autores han interpretado el papel de los mediosPage 51 como participante activo e independiente, el “perro guardián” (watchdog) del interés público frente al gobierno (Graber, 1997: 235-236). Por otro lado, existe la literatura que ve a los medios sólo como un componente más de la compleja estructura del poder político. Los medios son un “instrumento” que tiende a apoyar las posiciones de las élites, sin ofrecer seria disensión a las decisiones gubernamentales(Hallin, 1987). Edward Herman y Noam Chomsky llevan el argumento al extremo al hablar del control monopólico de los medios y de una velada o abierta censura oficial, que los hace funcionar como un “sistema de propaganda” encargado de perpetuar los valores dominantes (Herman et al., 1988: 1-2). No sólo los dueños de los medios pertenecen al “establecimiento de política exterior” (foreign policy establishment), sino que los mismos comunicadores son de extracción de clase media alta educada, con una ideología común a las élites, lo cual les impide ejercer juicios independientes (Litcher et al., 1986)1. La mayoría de los autores, sin embargo, adopta una posición intermedia, donde los medios no son ni enemigos abiertos ni componentes de la propaganda del gobierno. La relación entre el gobierno y los medios es calificada como “simbiótica”, donde ambos cooperan y se apoyan entre sí, logrando beneficios mutuos (Orren, 1986: 14-18).

En materia de política exterior, frecuentemente se alude a los medios como parte de un entorno externo a los procesos de toma de decisiones. Se asume que un pequeño y selecto grupo de decisores tienen la capacidad y habilidad para formular política exterior, con un papel limitado para los medios. Esta idea se deriva fundamentalmente del hecho de que los agentes gubernamentales son la principal fuente de información para los reporteros y comunicadores de política exterior. Particularmente en cuestiones de seguridad nacional (donde se teme que la publicidad pueda dañar la posición del gobierno), esta dependencia en fuentes oficiales se concentra en el poder ejecutivo. Esto significa que al cubrir unas cuantas fuentes (la oficina del titular del ejecutivo, el ministerio o secretarias de asuntos exteriores y defensa) se tendrá un flujo regular y seguro de noticias. Si bien estas fuentes pueden gozar de la legitimidad democrática, no deja de asomarse la sospecha de un posible engaño o manipulación. Esta “interdependencia burocrática” entre reporteros y agentes gubernamentales pone límites al debate general sobre política exterior (Lance, 1994: 178). Michael Parenti ha señalado que en Estados Unidos, la Casa Blanca ejerce un estrecho control sobre el flujo de noticias de política exterior, mediante conferencias de prensa programadas, reportes oficiales y comunicados de prensa, así como su discrecionalidad para retener información o conceder o negar entrevistas (Parenti, 1986).

Hay que recordar, sin embargo, que las acciones del titular del ejecutivo son, en sí mismas, generadoras de noticias. En cuestiones de política exterior, se ha encontrado que la relación entre el presidente de Estados Unidos y los medios es “especialmente cooperativa” (Paletz et al., 1980 3: 416-427). El presidente saca provecho de su acceso a los medios para presentar e impulsar sus políticas, circundando al legislativo, en una estrategia que Samuel Kernell ha bautizado como “ir directo al público” (going public) (Kernell, 1986). Así, la preeminencia del ejecutivo en las noticias altera el balance constitucional entre poderes: a mayor cobertura, mayor relevancia parece tener la institución ante el público (Greco, 1988:65). A esto habría que agregar la imagen negativa del congreso estadounidense como institución (básicamente como organismo autocomplaciente y tendiente a la parálisis) que presentan los medios2. Sin embargo, los trabajos de Timothy Cook, Stephen Hess, y Karn Kedrowski han resaltado la habilidad de los congresistas estadounidenses para convertirse en “empresarios de los medios” y utilizar su manejo para avanzar sus propuestas (ya sean de política doméstica o exterior) o carreras políticas (Cook, 1989; Hess, 1986; Kedrowski...

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