Mario Vargas Llosa: Un Nobel entre nosotros

AutorChristopher Domínguez Michael

Lo primero que leí de Mario Vargas Llosa fue Historia de un deicidio (1971), la gruesa disertación crítica que le dedicó a Gabriel García Márquez quien ha sido, para el nuevo Premio Nobel y usando una expresión francesa, su contemporáneo capital. Antes de leer las novelas vargallosianas leí esa obra crítica y luego otra, para mí inolvidable, una apasionada introducción al universo decimonónico: La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary (1975). Estas lecturas las hice en la adolescencia y, desde entonces, por vocación, el primer Vargas Llosa en el que pienso es en el hombre de ideas y de lecturas, en esa combinación tan natural en él, gratísima, de maestro y de eterno estudiante. Lee, de los autores que le apasionan, no uno, dos, tres libros, sino obras completas: así lo ha hecho con Ortega y Gasset, con Octavio Paz, Victor Hugo, Juan Carlos Onetti. Así lo hizo, a principios de los años 80 del siglo pasado, cuando decidió sacudirse el polvo y leer, en la Biblioteca del Congreso, a los clásicos del liberalismo del siglo XIX y XX.

De sus novelas, quizá La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1966) y Conversación en La Catedral (1969) me quedan muy lejos y aquellas que prefiero son, obviamente, las que leí en esa época, alrededor de los 20 años, en que uno está más dispuesto a ser moldeado por el arte de la novela: Pantaleón y las visitadoras (1973), un riquísimo juguete cómico; Historia de May-ta (1984), su narración sobre la violencia guerrillera que azotó al Perú, y, sobre todo, La guerra del fin del mundo (1981), una de las grandes aventuras que he gozado como lector: un viaje al corazón de las tinieblas que están, no en la selva, sino en el pensamiento utópico y sus secuelas fanáticas.

El didacticismo, que le sienta tan bien, como ensayista -uno de los más agudos y certeros en la historia de la lengua- afea, a veces, sus novelas, las vuelve un tanto escolares y condensadas, opinión que Vargas Llosa es el primero que está dispuesto a escuchar, de viva voz, y desde luego, discutir, en un coloquio en Washington, en un aeropuerto de Brasil o en un embotellamiento en División del Norte. Pocos escritores conozco tan bien dispuestos a escuchar lo que tenga que decirles un crítico.

Es un averiguador de la historia y de sus valores, lo cual lo ha convertido en algo más que una "firma" que opina, en artículos impecables, sobre la escena internacional y los dilemas morales de nuestra época: es Vargas Llosa un gran periodista y allí están sus...

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