Mario Arroyo / Reformar la Iglesia

AutorMario Arroyo

Es extraño, todo mundo aclamaba a Juan Pablo II, se mostraba dolido por su muerte, las imágenes transmitidas por televisión mostraban un plebiscito general que aprobaba, aplaudía y lloraba a un Papa amado, como pocos; paralelamente se escuchan opiniones, voces que piden cambios, reformas, que matizan: "Juan Pablo II muy bien, pero...".

No parece que ese sea el sentir general, sin embargo, dichas voces se han dejado sentir principalmente en los medios de comunicación, que les han servido de formidable altavoz.

Al llegar Benedicto XVI ese grupo de personas espera -por no decir exige- una serie de reformas. Nuevamente se confunde al pontificado porque se le acerca con moldes forjados en la política. ¿Quién sabe?, tal vez sea un mal inevitable de una sociedad que los medios ha politizado "ad nauseam". Se reduce la función del Papa a la de político, cuando es mucho más.

Es verdad que el Nuncio suele ser el decano del cuerpo diplomático, y que nadie gana en experiencia a la Santa Sede en lo que se refiere al ejercicio de la política, en su sentido más noble, pero el Papa es más, mucho más.

Se espera tal vez una especie de mesianismo político, con un esquema calcado quizá de los proyectos imposibles que se plantean cada inicio de sexenio: "todo va a cambiar en seis años", cuando sabemos que es mentira.

La Iglesia es más sabia, no tiene prisa, lleva más de dos mil años y tiene la promesa de durar hasta el final de los tiempos, y eso en Roma lo saben.

Pero, principalmente, el Sumo Pontífice y sus colaboradores, así como las personas que han entendido el espíritu sobrenatural de la Iglesia -propio, por otra parte, de cualquier religión que se precie-, saben que no se trata de "reformar la Iglesia por fuera". Los que así procedieron han salido por la tangente, la han abandonado (de Lutero a Lefebvre; de Boff a la Santa Muerte existe un amplia experiencia); eso sería demasiado fácil: limitarse a cambiar la "estructura", cuando lo que hay que cambiar es a las personas -más complicado-; convertirse, objetivo de un mensaje evangélico siempre vivo e interpelando dentro de la Iglesia.

No es de extrañar que abunden este tipo de posturas: en un mundo light, en medio de la sociedad del confort y bienestar a la que se ha llegado gracias a una racionalidad técnica, estamos acostumbrados a manipular las "cosas" a nuestro servicio, a transformar el mundo de forma que todo resulte más sencillo. Sin embargo, en ese empalago de la técnica no todo son triunfos...

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