Mario Anteo / Despertar de trompetas

AutorMario Anteo

Esta vez mi maestro de yoga discutió la capacidad de asombro humana en el nuevo milenio. Tema oportuno, pues tras el meteórico desarrollo de la tecnología y la apertura televisiva de la aberración y el morbo; tras el neurótico reloj de la prisa urbana que asfixia la sensibilidad y seca la imaginación, ¿aún puede asombrarnos el mundo?

"A mí ya no me asombra nada", con apagada voz decimos ante los truculentos tiempos que nos cupo vivir en suerte. ¿Qué puede asombrarnos luego de la calavera de la Paca, las bombas de un millón de dólares, el sexo virtual, la misoginia de Ciudad Juárez, el "error de diciembre", la paranoia del ántrax, el diputado motociclista?

A nadie llama ya la atención el rayo láser del Faro del Comercio ni el imponente cerco de montañas que nos regaló la naturaleza. El túnel de la Loma Larga, el claro de luna de la Huasteca, la iglesia de la Purísima, el Planetario, todo se ha vuelto rutinario y consabido.

Abúlicos y rutinarios, hemos paralizado el nervio del asombro, apagado la chispa del entusiasmo. No hay estímulo que despierte nuestra capacidad de asombro; todos los juguetes, incluso el Play Sation III, terminan aburriéndonos. Alguna vez juré que una Pentium III me haría el hombre más feliz del mundo, y aquí estoy escribiendo en una computadora tal, sin que muera de felicidad.

Su culpa tendrá en todo esto lo que un especialista llamó "la melancolía del domingo por la noche". El síndrome, por lo demás muy común, consiste en fragmentar la vida en dos departamentos: trabajamos como máquinas de lunes a viernes, para luego, cual premio merecido, deschongarnos el fin de semana.

Tal polaridad fastidio/euforia impide el justo medio que requiere la capacidad de asombro, merced la cual nos maravilla la bugambilia de la esquina, la nervadura de una hoja al trasluz, la poderosa ignición de un fósforo, la magia de un Mozart emergiendo de un plato metálico.

Aturdidos por el circo político y la sensual teibolera, enloquecidos por la canción de moda y alelados en la televisión, infalible nos sorprende el crudo lunes. Entonces hay que apagar los ánimos y, cambiando la playera por la camisa y las chanclas por los zapatos, apechugar el fastidio semanal. Nadie ha descansado, el lunes nos sabe a venganza.

He aquí el camino del tedio y la depresión, la veredita semanal que recorremos mustios y agotados, sin que nada nos azore ni reanime. Sólo la esperanza del frenesí sabatino en turno nos mantiene en pie. Con los dedos de las manos contamos...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR