José María Murià/ Recuperar el 11 de Septiembre

AutorJosé María Murià

Como a muchos, el 1 de diciembre de 1959, cuando el dictador cubano Fulgencio Batista, sin duda uno de los más sanguinarios que ha parido madre alguna, salió de la isla de Cuba, en la que había esparcido un gran charco de sangre, se asomó la posibilidad de que podríamos construir un mundo mejor.

El gorila abandonó a los suyos y a las suyas en plena celebración de fin de año, para buscar asilo en casa de su homólogo español, "generalísimo" y "caudillo", otro de los peores especímenes del género.

Fidel Castro y sus "barbudos" se asentaron de inmediato en La Habana y, supuestamente, habría de emprenderse una búsqueda tanto de la democracia como de la justicia social, que nunca habían conocido los cubanos. Para lo primero contó con el apoyo de los Estados Unidos, mas en lo segundo, no. Se produjo la escisión al pisar los primeros callos de terratenientes y los revolucionarios se abrazaron al otro polo mundial. Estaba fresca aun la memoria de los asesinatos de intentos similares, como los de Jacobo Arbenz, en Guatemala, Juan Bosch, en República Dominicana y muchos más en otros tantos lugares, donde los Estados Unidos habrían cometido horrendas trapacerías. De tal manera, aunque no hubiera sido de mucho agrado afiliarse a otro Gobierno hegemónico y asaz metiche, como el de la URSS, se aceptó el hecho como un mal necesario para un fin mejor y no menguó la solidaridad con Cuba de los entonces jóvenes inquietos y bien intencionados de casi todo el mundo.

Los éxitos en materia de beneficio colectivo alcanzado por el Gobierno isleño, impresionantes durante la década de los sesenta y los primeros años setenta, nos hicieron obviar su afiliación al bloque soviético y la sangría que representaba la emigración de muchos a Miami.

De cualquier manera, se anhelaba encontrar una forma de encaminar a los pueblos de "Nuestra América" por el camino de las mejoras colectivas, sin someterse a una potencia foránea ni recurrir a las armas. El famoso "Che" Guevara, por más que su martirio suscitó una admiración casi universal, también nos hizo ver que la vía de la guerra era más probable que culminara en un estruendoso fracaso.

El 5 de septiembre de 1969, casi dos años después de la muerte del doctor Guevara de la Serna en Bolivia, los reflectores se concentraron en Chile porque la Unidad Popular había ganado las elecciones presidenciales y otro médico, de añeja formación socialista y con muchos años de brega política y...

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