María Guadalupe Morfín Otero / Flores blancas y freno al cambio

AutorMaría Guadalupe Morfín Otero

Un día llegó a verme a la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ). Parecía un anciano indefenso. Pero las flores blancas de mi oficina quedaron en tono sepia. Me presumió ser el autor de un decálogo penitenciario que había comenzado a aplicar en Santa Marta Acatitla. En realidad, era más que temible. Dos recomendaciones de la entonces muy respetada Tercera Visitaduría General de Asuntos Penitenciarios de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) lo señalaban como torturador en las cárceles de Guerrero bajo la administración de José Francisco Ruiz Massieu como Gobernador. Quienes investigaron quejas contra él (124/91 y 115/91 CNDH, derivadas en sendas recomendaciones) me contaron que hacía comer a los internos sus propios excrementos, y se lee en las recomendaciones que los internos huían de sus celdas en cuanto lo sabían de visita, para no ser golpeados.

Había sido al mismo tiempo jefe de prisiones y de seguridad pública de Guerrero. La Reglas Mínimas de Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos recomiendan evitar estos dobles cargos, por razones obvias: que los internos no estén a merced de quienes los persiguieron y capturaron.

Cuando me visitó, era subdirector de Prevención y Readaptación Social del estado. Supe de él recién llegada a mi cargo de ombudsman. La Academia Jalisciense de Derechos Humanos había solicitado su remoción al Gobernador Alberto Cárdenas Jiménez. La solicitud no había prosperado. Dos ex terceros visitadores generales de asuntos penitenciarios de la CNDH, Luis de la Barreda y Miguel Sarre, me expresaron cada uno por su parte su preocupación por saberlo en funciones en mi tierra. Tomé cartas en el asunto. Me sumé por escrito a la petición de que fuese retirado de una posición de poder en un sitio de tan inmensa vulnerabilidad (of. 399/97, del 15/5/97, Gaceta 6 de diciembre, CEDHJ, núm. 9, mayo-sept. 1997, pp. 44-45 y 46-47). La respuesta del Gobernador fue decirle al aludido algo así como "Vaya y póngase en paz con la de derechos humanos". Y me lo mandó a que "arreglara" cuentas conmigo.

Tuve que aclararle al "Góber" Cárdenas que no era necesario que me enviara a todos los servidores públicos cuestionados a verme. Le volví a pedir su retiro por las causas explicadas. Dio la orden de inmediato en mi presencia, por vía telefónica. Semanas después, el Secretario general de Gobierno no la había acatado. La razón: no estaba demostrada la responsabilidad penal del funcionario de prisiones. El...

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