María Amparo Casar / Los límites del PRI

AutorMaría Amparo Casar

Contrario a las expectativas de las encuestas y de las esperanzas del partido ganador, las elecciones refrendaron por sexta vez consecutiva la conformación de un gobierno sin mayoría para el partido del gobierno.

El refrendo de un gobierno sin mayoría no da como dijeran algunos para abrir una botella de champagne, pero tampoco para andar de luto y afirmar que por culpa de los electores tendremos otro Presidente débil y se retrasará el camino de la prosperidad. Da en cambio para decirle a los que temían la restauración del autoritarismo del PRI que hay menos de qué preocuparse porque habrá mayores contrapesos. Da también para que los priistas ejerzan el noble arte de la negociación y la inclusión. Da para que la oposición, o parte de ella, muestre su talante democrático y entienda que no está ahí sólo para frenar los proyectos del Presidente sino para impulsar una agenda que dijeron compartir.

No hay evidencia concluyente de que un gobierno sin mayoría sea sinónimo de gobierno débil o que uno con mayoría sea equivalente a gobierno fuerte y eficaz. Tampoco la hay para decir que los gobiernos unificados sean más exitosos en la aprobación de las reformas estructurales. En términos de las políticas a impulsar la diferencia entre unos y otros es simplemente el grado y la frecuencia con que deben negociar. Pero no nos equivoquemos, en todos los sistemas democráticos -parlamentarios y presidenciales, mayoritarios y minoritarios- se tiene que negociar: con el Congreso, con los poderes locales, con las facciones al interior del mismo partido, con los empresarios, con los sindicatos, con los grupos sociales organizados.

Aun con mayoría absoluta, el PRI habría tenido que negociar las reformas constitucionales. La diferencia es que ahora tendrá que tomar en cuenta a parte de la oposición para el presupuesto, las reformas legales y los múltiples nombramientos que requieren de una mayoría. También, por cierto, tendrán que abandonar la idea de dominar la composición de los órganos gobierno de las Cámaras. No es una mala noticia. Como no lo es el hecho de que la ausencia de la mayoría absoluta permite una mayor vigilancia a los actos del Ejecutivo. Algo que realmente no está demás en una cultura política como la mexicana que si de algo no puede presumir es de un ejercicio democrático del poder, de la probidad de sus funcionarios, del uso adecuado de los recursos y de la rendición de cuentas.

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