Los marcos de los noticieros televisivos y la segunda pantalla en Twitter y Facebook: Escándalo Pacogate en Chile/The Frames of Television News and the Second Screen on Twitter and Facebook: Pacogate Scandal in Chile.

AutorMontt, Francisco Javier Tagle

INTRODUCCIÓN

En los últimos años en Chile ocurrieron importantes escándalos de corrupción que provocaron un fuerte impacto en la opinión pública. Entre ellos, los casos Penta (2014) y Soquimich (2015), relacionados con el financiamiento ilegal de la política; Caval (2015) que involucró al hijo de la presidenta Bachelet en tráfico de influencias; Milicogate (2015) que implicó a funcionarios del Ejército en la desviación de recursos fiscales, y los de colusión de grandes empresas en áreas como la del papel (2016) y de los supermercados (2017). De acuerdo con Latinobarómetro (2016), por primera vez desde 2003, año en que se comenzó a medir este ítem, la corrupción está entre los problemas que más preocupan a los chilenos, siendo superado solo por la delincuencia. Según Transparency International (2017), el 80 por ciento de los chilenos cree que la corrupción ha aumentado mucho y que las autoridades no han hecho un buen trabajo para combatirla.

Dentro de estos escándalos, uno muy significativo fue el ocurrido en Carabineros de Chile, una de las instituciones con mayor confianza ciudadana desde el retorno de la democracia (Latinobarómetro, 2017). El denominado caso Pacogate (2017), como lo llama la prensa en atribución a que a la policía de este país se le apoda de manera coloquial como "pacos", no sólo sumó más de cuatro millones de dólares de desfalco al fisco, sino que involucró a altos mandos de la institución. De acuerdo con Latinobarómetro (2017), si se contabilizan los niveles de confianza de los chilenos en Carabineros de Chile desde 1995 hasta 2017, es este último año el de menor confianza y mayor desconfianza de toda la serie.

Esta investigación aborda el caso Pacogate desde la perspectiva del éscandalo mediático. Así, si el escándalo es la puesta social del acto corrupto, los medios de comunicación con sus determidadas lógicas mediales desempeñan un papel fundamental al exponerlo a la sociedad (Rose-Ackerman y Palifka, 2016; Thompson, 2001).

Ante este panorama, el estudio de los encuadres o frames mediáticos de la corrupción cobra suma relevancia, considerando tanto sus implicaciones en la opinión pública (Entman, 2012; Zamora y Marín Albaladejo, 2010; Park, 2012) como en la rendición de cuentas del poder en los sistemas democráticos (Christians et al ., 2009; Coronel, 2010; McQuail, 2013; Waisbord, 2000, 2012; Tagle, 2017a).

Sin embargo, en la actualidad no se puede desconocer la cada vez más re levante importancia e influencia de las redes sociales en el debate público (Keane, 2011). Respecto a ellas, la literatura señala que aportan a la discusión una dimensión polarizante (Cacciatore et al, 2016) y crítica (Ceron, 2015).

En la actualidad, al estudiar los escándalos mediáticos, parece resultar propicio no sólo abocarse en los medios de comunicación tradicionales, como los noticieros de televisión, sino que para una mayor comprensión del fenómeno, sumar a las redes sociales, y en este caso, a través de la segunda pantalla que abre nuevas y novedosas formas de participación política (Courtois y D'heer, 2012). Las redes sociales no necesariamente se sobreponen a los medios tradicionales, sino que tienden a complementarse con ellos, especialmente con la televisión y sus noticieros (Weeks et al, 2017; Youyou et al, 2015; Nölleke et al, 2017; Trilling, 2015; Aguilar et al, 2015; Vargo et al, 2015). Se debe destacar que el uso de las plataformas sociales en Chile es elevado, contando Facebook con más de diez millones de usuarios y Twitter sobrepasando los dos millones y medio (Hootsuite, 2020).

Desde la politología, esta investigación se inserta en la rendición de cuentas que puede exigir la sociedad a través de actores sociales como los medios de comunicación a las instituciones de poder en las democracias (Peruzzotti, 2019; Przeworski, 2006; Peruzzotti y Smulovitz, 2002, 2006; O'Donnel, 2004).

Entre los hallazgos de esta investigación se postula como parte del mismo fenómeno mediático que mientras los noticiarios promovieron con sus marcos una definición y explicación del caso, las opiniones de las redes sociales no sólo fueron polarizadas, sino que también dieron una dimensión moralizante y crítica de lo ocurrido. Así, este estudio es una contribución a la comprensión de cómo los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales aportan al debate de la opinión pública y a la rendición de cuentas que les exige la ciudadanía a las instituciones en las democracias.

LA RENDICIÓN DE CUENTAS MEDIÁTICAS Y SUS ENCUADRES A LA CORRUPCIÓN

Si bien ha recibido nuevas formulaciones, la función normativa de los medios como vigilantes del poder es propuesta en la actualidad como una de las principales herramientas de las democracias para que los ciudadanos participen de manera informada en ellas (Christians et al, 2009; Hampton, 2010). Así, McQuail (2013: 98) ha definido como un "nido de cuervo" en el mástil de un barco esta función mediática, haciendo analogía de que los medios son un puesto de observación que alerta de los peligros y riesgos que existen en el horizonte para los ciudadanos.

Desde enfoques politológicos, esta función se ha teorizado como rendición de cuentas social o accountability social, haciendo referencia a que la rendición de cuentas en una democracia puede ser llevada más allá de las instituciones del Estado, estableciéndola también como una relación horizontal con el poder, que proviene desde actores sociales y, en este caso, respecto al actuar vigilante de los medios (Fox, 2015; O'Donnell, 1996, 2004). Así, los medios de comunicación con sus denuncias y coberturas de los casos de corrupción ponen estas problemáticas en la agenda de la opinión pública, la que ahora informada puede castigar con su voto a las autoridades que no han realizado su labor de manera adecuada (rendición de cuentas vertical) y presionar a otras instituciones del Estado a que fiscalicen a los actores u organismos corruptos (rendición de cuentas horizontal) (Peruzzotti y Smulovitz, 2002, 2006; Peruzzotti, 2019).

En definitiva, si la racionalidad y la acción de la política llevan a la construcción de instituciones funcionales a las ideas, los valores y las aspiraciones de la sociedad (Auat, 2003), desde la función normativa de la vigilancia mediática se podría argumentar que los medios se preocuparían de asegurar que esas instituciones cumplan la misión para la que fueron creadas. Como explica Keane (2011: 5-6), en las actuales democracias, el afán de monitoreo del poder ha aumentado dado que los ciudadanos "aprovechan dispositivos de control como los medios de comunicación, haciendo que los representados vigilen a sus representantes, mediante críticas y demandas". Así, una de las más clásicas y esperables funciones de los medios tradicionales en la sociedad, que es la vigilancia del poder (Curran, 2002; McQuail, 2013; Waisbord, 2000, 2012; Tagle, 2017a), se ha complementado con el uso de los ciudadanos de Internet, en especial de las redes sociales, lo que les permite ser a ellos protagonistas del escrutinio público al poder (Feenstra y Casero-Ripollés, 2014).

Sin embargo, se debe considerar que las democracias y el buen funcionamiento de su gobernabilidad no son ajenos a las percepciones de la corrupción que tiene la ciudadanía de sus autoridades e instituciones. De acuerdo con Rose-Ackerman y Palifka (2016), el acto corrupto en sí mismo y la justicia van por una vía y la percepción ciudadana de la corrupción por otra, y no necesariamente coinciden. Esta diferencia se explica debido a que, generalmente, la opinión pública accede a una información mediatizada de la corrupción (Thompson, 2001).

De esta manera, cobra relevancia la función de encuadrado de los medios de comunicación (McCombs, 2006; McCombs y Shaw, 1972; McCombs et al, 2014; Cacciatore et al, 2016; Iyengar y Simon, 1993; Scheufele y Tewksbury 2007; Scheufele e Iyengar, 2012). De modo general, y utilizando la clásica definición de Entman (1993), el encuadrado trata acerca de que los medios de comunicación no sólo ponen temas en la agenda de la opinión pública, sino que también brindan un contexto a partir de la selección de algunos aspectos de la realidad, de manera que se promueva tanto una definición del problema determinado como una interpretación. Así, y como explica Castells (2009: 218), el enmarcado mediático funciona dejando vacíos en la información que la audiencia rellena con sus esquemas preconcebidos, "estos son procesos interpretativos de la mente humana basados en ideas y sentimientos conectados, almacenados en la memoria".

Esta visión de la realidad de los medios, como explican Sádaba et al. (2012), hace aceptar que la objetivad periodística al momento de informar nunca estará exenta de determinados enfoques. En esta línea, existen marcos temáticos y episódicos, donde los primeros son los que promueven una explicación estructural del problema, mientras que los segundos lo reducen exclusivamente al suceso (Iyengar, 1991). Es preciso señalar que estudios de los últimos años han reforzado esta tesis, estableciendo que especialmente la televisión encuadra la mayor parte de sus noticias de manera episódica, en asuntos tales como la violencia (Easteal et al, 2015; Larsen, 2018; Falkheimer y Olsson, 2015; Holody y Daniel, 2017), la salud (Gearhart y Dinkel, 2016; Myrick et al, 2014), entre otros.

En lo que se refiere a los escándalos de corrupción, la literatura revisada no brinda estudios de casos sobre encuadres temáticos y episódicos; sin embargo, Park (2012) señala que:

La cobertura de los medios tiende a emplear el enfoque episódico, ignorando el contexto más amplio en el que escándalo de corrupción ha ocurrido. Este sesgo lleva a la ilusión de que los problemas de corrupción desaparecerán cuando los autores sean condenados. Y oscureciendo las conexiones entre un escándalo de corrupción individual y su contexto de ocurrencia, las noticias episódicas trivializan el discurso público sobre las razones fundamentales del escándalo...

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