La marcha de 'El Soberano'

AutorRoberto Zamarripa

Honorio, Honorio Gálvez, tiene 18 años y no habla español, solo mixteco. Sacude un trombón viejo y lo guarda en el estuche negro tapizado de polvo que carga desde Xacunduti, un poblado diminuto enclavado en la Montaña de Guerrero, en el Municipio de Metlatónoc, a 500 kilómetros de la Ciudad de México.

Según el censo oficial, Xacunduti tenía 242 habitantes, 121 mujeres y 121 hombres en 2010. "Hay más", repara Mauro Cano, el traductor de Honorio que deletrea el español.

Honorio es el trombonista de la banda del pueblo.

"No estudia; sus papás no tienen dinero, no tiene dinero para estudiar", cuenta Mauro en esto que parece su contrainforme.

"A Metlatónoc le falta clínica; le falta carretera. Apenas se estaba arreglando carretera, pero llovió bastante y se rompió el cerro. Hay una casa que se cayó con la lluvia y ya no hay carretera. No sirve escuela. Hay muchas cosas que le falta. Por eso venimos aquí, a que nos apoye el Presidente".

La plaza quedó repleta al mediodía. La cifra oficial fue fijada en 250 mil con ganas de decir que eran muchos más que otras veces. Y sí, la multitud desbordaba 20 de Noviembre, parte de Madero y de 16 de Septiembre, pero no tanto porque la plancha estuviera repleta sino porque, como en el pesero, no quieren recorrerse a donde hay lugar. Frente a Palacio Nacional podía caminarse tranquilamente, aunque en otras zonas de la plaza la multitud apretujaba, asfixiaba, imponía.

"Ya está llegando a la mitad de los hogares mexicanos cuando menos un programa para el bienestar y en los pueblos indígenas el 95 por ciento de los hogares ya cuenta con al menos uno de los apoyos; pronto alcanzaremos el 100 por ciento", leía el Presidente Andrés Manuel López Obrador en este su primer aniversario de toma de posesión.

La concentración tiene todavía un dulce sabor de manifestación ciudadana, festiva, combativa, con señoras que cargan su sombrilla y su banquito porque saben que vienen a la larga perorata.

Y tiene también el amargo sabor del acarreo. Grupos con gorras y playeras nuevas, lonches en la mano, caras de fastidio, andar lento como cuando van a checar tarjeta en el reloj de la chamba, y disposición a la graciosa huida a la primera pausa.

Los del SNTE son proverbiales. Sus cachuchas blancas con letras naranja dicen "Volver al origen". Y ahí van dispersos, extraviados, en un mitin que les parece ajeno. "¿Dónde citaron a los del SNTE?", se le pregunta al joven que reparte gorras en la esquina de Bolívar y 16 de Septiembre. "En...

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