Marca desnutrición a Lupito

AutorOsvaldo Robles

Es mediodía en el sur del Estado y tres niños juegan con un trompo hincados sobre la tierra.

Con una resortera en la bolsa trasera del pantalón, dos de ellos salen corriendo decididos a cazar un ave que se posa sobre un tronco metros más adelante.

El tercero se queda solo y con mirada triste los ve alejarse. Es Lupito, no puede pararse ni caminar, tiene mielomeningocele.

Hace poco más de 11 años Lupito, José Guadalupe Peña Rojas, nació en Tapona Moreña, un ejido del municipio de Mier y Noriega.

A los pocos días sus papás, que viven de los empleos temporales y la talla de lechuguilla, notaron que las piernas del bebé permanecían inmóviles y encogidas y decidieron llevarlo a Monterrey para que lo valorara un especialista.

Le diagnosticaron la enfermedad congénita, un trastorno que ocasiona que a un niño antes de nacer no se le cierre la columna vertebral y el canal medular, por lo que debe ser operado para eliminar una protuberancia que aparece en la espalda.

El origen del padecimiento es cruel, pero no difícil de entender en un ejido donde una buena parte de sus habitantes carecen de lo mínimo indispensable: la mielomeningocele es producto de deficiencias nutricionales de la madre antes y durante la gestación.

"Aquí, pues, comemos lo que hay, cuando hay, frijol, maíz, tortilla, lo que se puede", dice Valentina, de 34 años y mamá del niño, "él nació así, el líquido de su columna se le escurrió y sus piernas están sequitas".

Lupito parece un niño menor a 11 años, hace esfuerzos pero no ha podido aprenderse las letras, puede escribir, pero no leer y este año repetirá por segunda ocasión tercero de primaria.

Tiene una silla de ruedas que le regaló un candidato en las pasadas elecciones, pero a él le gusta más...

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