En el mar de nubes

AutorIvett Rangel

ENVIADA

TAPACHULA, Chiapas.- Hay poquísima luz: la de la luna, la titilante de las estrellas y la de la ciudades, allá muy abajo, y la que está sobre mi frente guiando cada paso. Son las cinco de la mañana, y desde hace dos horas caminamos cuesta arriba por la Reserva de la Biósfera Volcán Tacaná. Queremos llegar a la cima al amanecer, para admirar sus colores.

Nadie habla, pero no hay silencio: se oye el crujir de las hojas bajo las botas, el chocar de los bastones en las rocas y hasta la respiración agitada de cada uno.

Tenemos los ojos clavados en el estrecho sendero que, a veces, aparece alfombrado de hojarasca, en escasos tramos sólo hay tierra y casi siempre tiene piedras.

Hace frío, pero nadie se queja. El esfuerzo para superar esta pendiente cada vez más pronunciada ha obligado a quitarse guantes y gorros, incluso alguna capa de ropa.

Ya estamos cerca del desnivel conocido como La Cueva del Oso, pero el amanecer ya casi ocurre. Los guías, Carlos Macotela y Alberto Pacheco, se miran el uno al otro como resignados a que gocemos ahí la llegada del día y no en el cráter, cientos de metros aún más adelante.

El sol surge junto con la silueta del volcán Tajumulco; desaparecen la luna y las estrellas. La panorámica hace perder el aliento, otra vez: el sendero que parecía solitario está custodiado por altísimos árboles y una profusa cantidad de plantas, y donde había cientos de luces apenas se adivinan algunas casas.

Unas cuantas nueces y almendras, un par de barras de cereal y es momento de reanudar la marcha. Con luz de día, ahora todo es diferente. Los obstáculos parecen más grandes.

"No miren hacia arriba", piden en varias ocasiones los guías. Y es que, al ver cercana la cima y darse cuenta que no está ahí, comienza a mermar el ánimo. Por eso, explica Carlos, comenzamos la caminata en plena madrugada: la oscuridad es buena compañía.

Han pasado tantas horas, nadie sabe cuántas y nadie quiere contarlas, cuando empiezan otras peleas. Cada uno va luchando con sus propios demonios: contra el cansancio, contra la poca fuerza de voluntad, contra el vértigo, que, inesperadamente, invade en el terreno más vertical, o con el miedo. Y casi todos tenemos que combatir al mal de altura, ese que hace uno se canse más y que falte el aire.

"No se duerman. Tomen agua, coman algo o chupen una paleta", reclama Beto al ver que dos nos hemos recostado sobre la hierba y convertido unas piedras en almohada. Es que se siente tanto sueño...

Para combatir el...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR