Máquina sin frenos

AutorPedro Iván Quintana

Atrás quedó el River Plate y sus cien años de historia grande dentro del futbol mundial. Ahora Cruz Azul mira al horizonte: el siguiente rival, el último obstáculo para llegar a la Final de uno de los dos torneos de clubes más importantes del orbe, es el Rosario Central de Argentina.

Grata actuación de Cruz Azul, y sobre todo ahora que el futbol mexicano lo necesitaba con más urgencia, después de los partidos ridículos que viene dando la Selección Nacional. El equipo celeste está dando la cara por México.

Y si acaso a los hombres de José Luis Trejo, el equipo Rosarino pueda parecerles un rival más accesible, porque se fijaron en sus blasones, o porque miraron la tabla de posiciones del torneo argentino, en el que marchan en el sitio número 17, lo más seguro es que no se les ocurrirá llevar esa convicción al terreno de juego, no después de verlos en la cancha jugar con esa seriedad y esa concentración.

Porque esa fue la clave de una de las victorias más destacadas de un equipo mexicano en una competencia internacional. El Cruz Azul jugó un par de partidos prácticamente perfectos, cuidando cada detalle de lo que ocurría sobre la cancha, sin intimidarse por los nombres o las capacidades de quienes tenían enfrente, sin mirar las tribunas a reventar en el Estadio Monumental, sin sentir la presión de las más de cien mil personas a las que convocaron al Estadio Azteca.

El empate sin goles en la ida fue un resultado estupendo frente a un equipo que no está acostumbrado a que le falten al respeto en casa. Pero de nada habría servido si no es que en el encuentro de vuelta comienzan a caer los goles a favor de los celestes.

¡Qué gran partido de Francisco Palencia! El delantero del Cruz Azul tenía cierto tipo de pleito con la red desde hace algún tiempo. Su camino a la redención fue directo, le anotó un par de goles en cinco minutos a los argentinos y los sentenció a muerte.

Porque mucho se dice en el medio futbolístico que el 2-0 es el marcador más engañoso que existe, pero eso no se aplica al encuentro que se desarrolló en el Estadio Azteca. El River Plate no podía creer lo que estaba ocurriendo, y mientras se esforzaba en explicárselo, el local manejaba las acciones con enorme madurez.

El gol que anotó José Cardozo no fue más que el epílogo de una gran tarde celeste. El rival arrastraba las piernas, pero más que por el cansancio y la falta de adaptación a la altura (que no representa otra cosa más que su falta de preparación para este...

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