Manuscritos: sagrada escritura

AutorAndrés Tapia

A decir de Juan Carlos Rulfo, hijo del autor de Pedro Páramo y El llano en llamas, la caligrafía es lo mas intimo de un autor. "Y si llegas ahí entonces puedes llegar a cualquier extremo".

Bill Gates, presidente de Microsoft Corporation y el hombre más rico del mundo, llego a uno de esos extremos en octubre de 1994, fecha en la que pago casi 31 millones de dólares por un cuaderno de Leonardo Da Vinci conocido como Códice Leicester (también llamado Hammer), en una subasta realizada en el Rockefeller Center de Nueva York, convirtiéndose así en el dueño del manuscrito más costoso de la historia.

El Codice Leicester, un documento que data de los años 1506-1510 y en el que Leonardo Da Vinci realizo alrededor de 360 diagramas, esquemas y anotaciones acerca de sus teorías sobre los fenómenos naturales, es quizá el mejor ejemplo de la revaloración e importancia que han adquirido en los últimos años los manuscritos: su precio se incremento poco mas de cinco veces en apenas 14 años, pues el tenedor anterior a Bill Gates, Armand Hammer, presidente de Occidental Petroleum, lo adquirió en 1980 por tan solo 5 millones 600 mil dólares.

Resulta al menos paradójico que el sueño cumplido de Gates de equipar a toda una generación con computadoras y procesadores de textos, desplazando con ello a pluma, papel y maquina de escribir como instrumentos de escritura, además de hacer mas llevadera la vida de la humanidad, contribuyo a incrementar la fascinación por los manuscritos y el precio que el mismo pago por 72 hojas de papel antiguo.

Varios son los factores que obran para que en la actualidad un manuscrito alcance precios exorbitantes en las subastas. La antigüedad - en primer lugar, por supuesto -, el contexto histórico en el que fue realizado, su rareza y las circunstancias que privaban en ese momento en la vida del autor; si es tipográfico o autógrafo y si se trata de una obra maestra o no.

Esto lo sabe bien Steven Mandeville-Gamble, bibliotecario de 35 años y especialista en procesamiento de manuscritos, quien es responsable por el estado físico, la descripción intelectual y la preservación de la colección de manuscritos literarios de la Universidad de Stanford, en California, cuyo acervo total de documentos históricos asciende a cerca de 38 millones de piezas, entre las cuales se cuentan obras de Hemingway, Aldous Huxley, John Steinbeck y Allen Ginsberg.

Mandeville-Gamble es una de las pocas personas en el mundo que ha tenido oportunidad de leer los manuscritos originales de Cannery Row, de Steinbeck, y Howl, de Ginsberg, sin haber tenido que desembolsar un solo dólar. Y, como cabe suponer, se jacta de ello.

"Durante el tiempo que he trabajado, por ejemplo, con los documentos de Allen Ginsberg, he podido ponerme en sus zapatos: he escuchado lo que escucho y visto lo que vio. Y es algo gratificante, luminoso, y me permite participar, si así lo quieres, en otros tiempos y otros lugares".

El pasado 22 de mayo, James Irsay, propietario del equipo de futbol americano Indianapolis Colts, compró en 2 millones 426 mil dólares un rollo amarillento de papel de teletipo que mide 36.27 metros, con tal de satisfacer un viejo sueño de juventud: poseer el manuscrito original de la obra maestra de Jack Kerouac, En el camino.

El rollo de marras, que en este momento se encuentra en Bloomington, Illinois, bajo los cuidados de Jim Canary, quien -a decir del propio Irsay- es el especialista en conservación de manuscritos más importante de Estados Unidos, contiene los pormenores del viaje de tres años que Jack Kerouac, en compañía de Neal Cassady, realizó por diversos lugares de Estados Unidos y México a finales de los años 40 y principios de los 50.

Entrevistado vía telefónica por REFORMA, Irsay asegura que ser el dueño del manuscrito literario más caro de la historia es un honor que de algún modo equivale a ser parte de la misma, pero que, al mismo tiempo, es un privilegio que trae aparejado un deber moral.

"Tienes el honor y la responsabilidad, en mi opinión, de convertirte en guardián de algo único. Eso significa que debes asegurarte de que la gente tendrá oportunidad de verlo, de estar ahí y atestiguarlo. Muchos fans de Kerouac en Nueva York dijeron de mí: 'Ese tipo es el comprador, se lo va a llevar, va a guardarlo en un sótano y nunca más lo veremos; por favor, no permitan que eso ocurra'. Eso me quitó el sueño durante algunos días".

Acaso para atemperar los clamores de su conciencia, dentro de unos días el manuscrito será exhibido en un museo de Indianapolis y eventualmente también ocurrirá lo mismo en Nueva York. Sin embargo, cabe esperar que en modo alguno será algo permanente.

A pesar de las intenciones de Irsay, Mandeville-Gamble no está del todo de acuerdo en que sean particulares los poseedores de manuscritos de carácter histórico.

"Es mejor para todos que esta clase de documentos esté en manos de las universidades y otras instituciones culturales, ya que se trata de materiales que son el legado cultural de las sociedades. Cuando manuscritos como éstos caen en las manos de individuos comunes, se pierde la oportunidad de que estudiantes e investigadores accedan a ellos y, por supuesto, los hace menos disponibles a los grandes públicos".

La memoria: el deseo satisfecho

Las razones por las cuales un manuscrito es significativo para una persona, en ocasiones pasan de la literatura y la historia, y se ciñen a variables emotivas: amistad, consanguinidad...

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