Manuel J. Jáuregui/ 'Sic transit gloria'

AutorManuel J. Jáuregui

Recuerde usted, señor Presidente, le dijo el asesor a Gerald Ford: "Sic transit gloria" (la gloria es fugaz).

Este replica: "¡Yo no sabía que Gloria estaba enferma!".

Habiéndonos perdonado por el chistejo bilingüe, estimados lectores, distraemos su atención para comentarles lo siguiente: ciertamente que la gloria es fugaz, y esta advertencia, "sic transit gloria", se la extendían a los emperadores romanos cuando eran vitoreados con el fin de mantenerlos "ubicados", por aquello de que les daba por creerse dioses y cosas por el estilo.

Más de un Presidente mexicano ha caído víctima de la pasajera ilusión de la gloria terrenal, y en todos los casos los resultados han sido nefastos.

Nos viene a la mente la reflexión cuando escuchamos a un colega estadounidense comentar, no sin un dejo de sarcasmo, que el Presidente Vicente Fox es "más popular afuera de México que adentro".

Ello tras la apoteósica bienvenida que el Congreso estadounidense le extendió ayer, y en general por el trato sobremanera generoso, triunfante y afectuoso que se le ha extendido durante su visita a Estados Unidos.

Quizá les caiga bien a los estadounidenses su vestimenta vaquera, su gusto por montar a caballo o su forma extrovertida y poco protocolaria de actuar y dirigirse a ellos.

Quizá, también, lo vitorean por ser una especie de Quijote latino que con su lanza vino a derrumbar una dictadura partidista que a sus 70 años se había convertido ya en un problema para ellos o, si no abiertamente un problema, sí cuando menos una clara incomodidad de la cual ya no sabían cómo zafarse.

Otros más nos aseguran que la colaboración sin límite, absoluta, total, que el Gobierno de Vicente Fox ha instaurado con nuestros vecinos en relación al delicado tema del combate al narcotráfico, es algo que nuestros socios le celebran (y agradecen) muchísimo.

Lo cierto es que, tanto la cobertura de la visita de Fox a Estados Unidos, así como el trato recibido por parte de la representación estadounidense, ha sido verdaderamente extraordinario.

Se le han extendido todos los tratos y privilegios reservados para los grandes estadistas mundiales.

Dirigirse, por ejemplo, a una sesión del Congreso estadounidense es algo que no muchos humanos pueden presumir.

Y si bien todo esto es bueno para México, para nuestro ego y nuestra imagen, sí nos preocupa que de alguna manera tanto bombo, tanta pompa, pudiera influir para mal en la personalidad presidencial.

Este halagador trato reviste otro factor negativo: el...

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