Manuel J. Jáuregui / Víctimas ignoradas

AutorManuel J. Jáuregui

Ayer estuvo el Papa Francisco en Michoacán, la tierra de Marcial Maciel, ejemplo mundial de lo que NO DEBERÍA DE SER UN CURA.

El momento y el lugar, a nuestro gusto, eran perfectos para que el Papa abordara de manera clara y determinante el tema de las víctimas de la pederastia en México, las de Marcial Maciel y las de muchos otros curas impunes. Sin embargo, el Papa Francisco no dijo nada. Calló, guardó silencio, ignoró por completo el tema... y hoy se va.

El Padre Alejandro Solalinde, a quien no conocemos, pero valoramos y respetamos como una gran persona por su ecuánime y constante defensa de los indefensos, dijo que la alta Curia mexicana (o sea, Norberto Rivera) y el Gobierno (en contubernio, siempre en contubernio, pues a don Norbert le encanta hacer bola con las élites en el poder) no permitieron que nadie con algún agravio se le acercara siquiera al Papa.

Por cierto que Francisco I solicitó que le pidiéramos una disculpa a los INDÍGENAS mexicanos, pero nunca mencionó que la IGLESIA LE DEBE un "mea culpa" enorme a los seres humanos que además de haber sido sodomizados por diferentes sacerdotes, cuyos nombres son conocidos para la Curia mexicana, fueron desatendidos, ignorados, insultados, denostados y violada su dignidad humana cuando la Iglesia con premeditación, alevosía y ventaja ENCUBRIÓ los crímenes de lesa humanidad de los que fueron víctimas indefensas, quienes lo único que pedían -y siguen pidiendo- es que la Iglesia reconozca sus faltas.

¡Y el encubrimiento, el silencio vergonzante, sigue solidificándose con el silencio del Papa, quien -como decíamos- bien pudo haber aprovechado su estancia en Michoacán para, cuando menos, a nombre de la Iglesia (y de sus antecesores) pedirles perdón a las víctimas y ofrecer que algo así nunca más vuelva a suceder!

Ya podrán los muy devotos echársenos encima y decir que cómo es posible que critiquemos al Papa, sin embargo, con todo respeto a sus creencias -por más extremas que sean- debe decirse lo que tiene que decirse, pues la labor de un buen periodista es hablar de aquellos temas espinosos que otros quieren acallar.

¿De qué otra manera sería posible mejorar nuestra sociedad sino ejerciendo la autocrítica?

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