Manuel Alvares Bravo: El arte de 'revelar' lo invisible

AutorJosé Raúl Pérez

Si la historia, como se ha dicho, es la suma de innumerables biografías esenciales ¡-las de aquellos en quienes se destila lo mejor de las facultades humanas¡-, entonces indudablemente el nombre de Manuel Alvarez Bravo es el vórtice alrededor del cual gira la historia de la fotografía mexicana.

Difícil tarea la de plantear algo que no haya sido comentado acerca de su obra, algo que tal vez nadie haya pensado al ver esas imágenes en las cuales, precisamente, todo está ya dicho, en las que nada sobra y nada falta. La economía de elementos, donde muchas veces no hay más que una figura y un fondo que se complementan no sólo formal, sino también temáticamente, ha hecho de su mensaje una revelación en el sentido de que nos ha mostrado una manera de ver que no conocíamos y también una forma de pensar y de amar lo mexicano.

El ojo clarividente del "maestro" supo atribuir a las cosas un orden que nadie antes había logrado configurar; este orden se convirtió en una referencia visual, tuvo un carácter emblemático para los fotógrafos que lo siguieron.

En la cordillera de la fotografía mexicana, Don Manuel ha sido indudablemente el pico más alto. Cortázar rememora cómo un escritor, al partir de Buenos Aires, gritó a sus jóvenes seguidores desde la borda del barco, refiriéndose a otra cumbre: "¡Muchachos, maten a Borges!" Y agrega Cortázar: "Así como freudianamente es necesario que un adolescente 'mate' a sus padres para alcanzarse plenamente a sí mismo, de igual manera los (...) jóvenes tienen que matar a sus modelos iniciales, a sus ídolos y a sus fetiches. Matarlos piadosamente, en la práctica del oficio, guardándoles gratitud y ternura".

Que los modelos mueran es parte del ciclo de vida de un medio de expresión y, no cabe duda, a los únicos que hay que intentar matar es a los inmortales; los demás se mueren solos. Y sólo podemos "intentarlo", darles una muerte simbólica, precisamente debido a su calidad de inmortales. Los fotógrafos mexicanos tardaron mucho tiempo ¡-acaso hasta la décadas de los 80 y los 90--, cuando los clásicos iconos de lo "mexicano" empezaron a ser rechazados-- en hacer esto con Alvarez Bravo. Sus imágenes se convirtieron en paradigma de la fotografía mexicana. Su obra impuso una luz, una temática, una manera de ordenar la realidad, un misterio, una inteligencia y, ante todo, una voluntad, ya que la lucidez de su manera de aprehender la realidad se basó primordialmente en el amor y en la identificación moral con el país y su...

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