Manifiesto a todos los oprimidos de México y el universo. Chalco, 20 de abril de 1869

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CIUDADANOS mexicanos —dijo en su manifiesto
Julio López—: Ha llegado la hora de cono-
cer a los hombres con el corazón bien puesto; ha
llegado el día en que los esclavos se levanten
como un solo hombre reclamando sus derechos
pisoteados por los poderosos. Hermanos: ha lle-
gado el momento de despejar el campo, de pedir
cuentas a los que siempre nos las han exigido;
es el día de imponer deberes a quienes sólo han
querido tener derechos.
Vamos a una contienda de sangre. ¿Pero qué
importa si esta sangre es generosa? Fertilizará
nuestros campos; dará exuberancia a las plantas
y dejará un rastro a la humanidad del futuro.
Infinidad de años y de siglos hemos caminado
penosamente agobiados por el cansancio, por la
miseria, por la ignorancia y por la tiranía, y el día
de la venganza sagrada es con nosotros.
¿Qué poseemos sobre la superficie del uni-
verso, los que vivimos clavados en el trabajo? ¿A
quién deja beneficios el sudor de nuestras frentes,
las lágrimas de nuestros ojos, el dolor en nuestras
espaldas, el cansancio en nuestros brazos, la fatiga
en nuestros pies y la angustia en nuestros corazo-
nes? ¿Quién ha pensado alguna vez en recoger lo
que siembra, cuando todo se nos arrebata?
Los que se han aprovechado de nuestra debi-
lidad física, moral e intelectual, se llaman lati-
fundistas o terratenientes o hacendados. Los que
pacientemente nos hemos dejado arrebatar lo
que nos corresponde, nos llamamos trabajadores,
proletarios o peones. Los peones hemos entre-
gado nuestras vidas e intereses a los hacendados
y éstos nos han sometido a los mayores abusos;
han establecido un régimen de explotación por el
que estamos condenados a no disfrutar de la vida.
¿En qué consiste el régimen de explotación esta-
blecido? Es un sistema que exclusivamente se
dirige a mancillar la existencia de un peón. Nues-
tros padres fueron comprados por la hacienda, al
precio de un real diario de jornal, y como no era
posible poder subsistir con un real, porque en los
mercados establecidos en las haciendas se com-
praban los artículos a los precios más exagera-
dos, aun aquellos artículos que nosotros hacemos
producir con nuestra mano, mes por mes y año por
año, se iba haciendo una deuda, a cargo de nues-
tros padres.
¿Quién podría solventar aquella deuda cuando
el jornal no pasaba de ser el misérrimo real? ¿Quién
había de prestar a nuestros padres para cubrir
sus adeudos? ¿Quién les había de abrir crédito,
cuando el crédito siempre está en manos de los
detentadores de la producción?
Cuando nosotros venimos a este mundo, nos
encontramos con que las deudas de nuestros pa-
dres, pasaban a nuestro cargo, y que por lo visto,
habíamos nacido esclavos y con la obligación de
seguir trabajando en el mismo lugar, bajo el mismo
sistema, a título de cubrir la famosa deuda. Pero
nuestro jornal tampoco aumentaba; nuestro cré-
dito tampoco se abría y teníamos que conformar-
nos con la misma situación.
¿Y quién ha cooperado a mantenernos en el
silencio, en la humillación, en la ignorancia y en
la esclavitud? La iglesia y solamente la iglesia
*Fuente: Gastón García Cantú, El socialismo en México, siglo XIX, México, Era, 1969, pp. 58-61.
Manifiesto a todos los oprimidos
de México y el universo*
Chalco, 20 de abril de 1869
1869
TEXT O ORI GINA L

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