Mamás sufren más

AutorLupita Aguilar

Es muy posible que un nudo en la garganta le oprima más que la corbata. También es posible que usted, en su condición de papá o mamá, no deje de acariciar la lonchera que guarda el yogur, la fruta rallada, el agua de limón y cero alimentos chatarra, según requisito de la escuela.

Pronto pondrá en la mano regordeta de su hijo o hija ese recipiente plástico custodiado por el Hombre Araña, Supermán o una colección de Princesas de iluminados vestidos.

Estos personajes quizá despierten el interés de los niños por desayunar fuera de casa por primera vez en el patio de la escuela, en medio de ¡desconocidos!

Pero hay tiempo para pensar en eso. Hay que apurarse, checar las agujetas para que los más queridos no se caigan y estar alerta. En cualquier momento va a tocar el camión y padres e hijos iniciarán un ciclo de escuela.

¡Llegó el camión! Ese vehículo amarillo, que en sus ventanillas lleva estampadas las cabezas de estudiantes tan pequeños que mejor estarían en casa, acogidos por sus respectivos mamelucos, que haciendo equilibrios por el pasillo. Muy pocos de ellos, más bien ninguno, saben a dónde van.

Quizá usted esté deseando que la imagen del Ángel de la Guarda, en la que aparece cuidando en el cruce de un puente de madera a dos hermanitos en medio del arrebato de la lluvia, acoja entre sus alas a los más queridos y los traiga de regreso a casa con bien.

"¡Y lo más rápido posible!", tal vez añadirían usted y su pareja ante la primera experiencia de desprenderse de estos precoces estudiantes que...

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