Una niña bien... mala / Leyendas urbanas afrodisíacas

AutorMilah

¿No les ha pasado que llevan años escuchando alguna leyenda urbana de alguna situación que le pasó al amigo de un amigo, pero que nunca han podido corroborar ustedes mismos?

Últimamente me he dedicado a desmitificar algunas historias que me he ido creyendo desde hace años y debo confesar que algunas han resultado totales patrañas, pero la que comprobé en primera persona hace un par de días, vale por todas las que sean puros cuentos chinos.

Podría apostarles que a la mayoría de las mujeres en algún momento se nos ha antojado aventarnos una sesión de sexo súper apasionado con un total y absoluto desconocido, sin embargo siempre nos acaba entrando el nervio de ligarnos a alguien, el miedo de no saber si nos pudiera pasar algo o simplemente nos duele el codo pagar por sexo.

Es por eso que aquella leyenda del súper fue siempre una de mis favoritas. Desde hace varios años había escuchado que había un teléfono al que cualquier mujer puede llamar y al tan sólo decir "tengo una lista para mi súper" la transfieren con alguien que le toma sus datos y le envía el servicio completo a su hogar.

Yo siempre creí que era tan sólo eso, una simple leyenda urbana de alguien con muchas fantasías frustradas, pero la semana pasada me topé con una cuenta en Twitter que en la descripción de su perfil decía: "Atrévete a vivir una sesión de pasión mientras hacen las compras por ti".

Obviamente yo no iba a dejar pasar la oportunidad y de inmediato contacté al propietario de la cuenta y, luego de intercambiar teléfonos, con toda calma y paciencia me explicó de qué se trataba el asunto y se ofreció a enviarme un servicio de prueba justo en ese momento.

Mi corazón saltaba con cada latido y mi silencio duró un par de minutos en el teléfono en lo que decidía si aceptar o no.

-Milah, ¿cerramos el trato? Te garantizo que no te arrepentirás.

Como podrán adivinar, mi adrenalina logró que contestara afirmativamente por impulso y me senté a esperar.

Yo estaba en mi oficina, todos ya se habían ido y el nervio no me dejaba estar sentada, así que me concentré en hacer una lista minuciosa de aquello que necesitaba comprar en el súper y al fin logré dejar de temblar. Los minutos se me hicieron eternos hasta que al fin sonó el timbre y corrí a abrir.

-Hola, ¿tienes la lista del súper?

¡Claro que tenía la dichosa lista ya preparada! Sin pensarlo dos veces estiré la mano para entregársela y, aquél hombre que apenas llegaba a mi domicilio, muy bien arreglado y con un aroma delicioso, se...

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