Mafia o estado

AutorFederico Campbell
Páginas391-395
MAFIA O ESTADO
Somos un solo cuerpo: bandidos, policía y mafia.
Como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
GASPARE PISCIOTTA
(el que traicionó a Salvatore Giuliano)
SI LA mafia desafía al Estado italiano (en 1992 le mató a tres
funcionarios judiciales de alto nivel: Falcone, Borsellino, Lizzio) es
porque nunca ha confiado en él, menos ahora que nunca. De suyo la
mafia es una “legitimidad”, un poder paralelo: un Estado dentro del
Estado, como una muñeca rusa dentro de otra, como una caja china
dentro de otra.
En sus orígenes mismos, hacia principios del siglo XIX, la mafia
siciliana quiso su propio sistema de justicia. No confiaban los
campesinos —recuérdese que la mafia empezó como un fenómeno
rural, feudal— en el sistema de la justicia formal del Estado, en la
administración de la justicia oficial. El Estado era muy débil o,
siendo fuerte, era injusto y tramposo. Véase una película como En
nombre de la ley, de Pietro Germi, donde el pretore, es decir, el
equivalente a nuestro juez de paz, ve impotente cómo la ley que va a
prevalecer es la ley de la mafia: un poder extorsionador que dispensa
favores y vidas, a capricho, ad libitum, según sus relaciones de
complicidad con los poderes formales del Estado. Las cosas se hacen
en efecto “en nombre de la ley”, pero de la ley de la mafia.
Nótese entonces que la mafia no es ancestral: apenas tiene unos
200 años, mientras que el Estado italiano rebasa con tres décadas los
100 años (a partir de 1862, cuando nace Italia como nación). A partir
de la terminación de la segunda Guerra Mundial, el Partido de la
Democracia Cristiana —que sería como el PRI italiano— ha estado
casi ininterrumpidamente en el gobierno. Su caso no sólo es
excepcional en la comunidad europea actual por lo que representa en

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