Más allá de los imecas, urge la concientización

AutorJorge Alberto García

Una ciudadanía educada ambientalmente, que deje a un lado la visión paternalista sobre la contaminación que tiene el Estado, podrá ejercer una presión efectiva para que gobiernos y empresas respondan a sus intereses.

Juan Miguel Reyes, médico y catedrático de la Facultad de Medicina de la UANL, afirma que el inicio de la Revolución Industrial, a finales del siglo 18, fue el punto de inflexión en el elevamiento de los niveles de contaminación en el planeta.

"Descubrimos cómo producir en masa y en la Tierra se empezó a generar una situación de desbalance porque hasta ese momento la naturaleza tenía la capacidad de asimilar, destruir o conservar lo que producíamos.

"No había huellas de nuestra presencia que fueran preocupantes para pensar que alteraran la salud de la persona", explica el experto, quien tiene un doctorado en medicina ocupacional y ambiental por la Universidad de Munich.

Década tras década, agrega, este avance tecnológico no sólo generó una explosión de la producción industrial, también desató una serie de indicadores indeseables de niveles contaminantes que han perjudicado su calidad de vida.

A esto se suma ahora la problemática de entenderlos: es tanta la cantidad de sustancias que se arrojan al ambiente que la capacidad para investigar sus efectos a detalle sobre el ser humano se ha visto rebasada, admite Reyes.

"La Oficina Europea de Patentes debe tener 6 o 7 millones de sustancias registradas y cada año se crean de 250 o 300 mil más. No existe una capacidad que nos permita saber, por ejemplo, cuándo es carcinógena", expone.

"En la UANL y en el Tec hay equipos de trabajo que han desarrollado información relacionada con contaminación ambiental, pero no existe en ambas un centro multidisciplinario dedicado exclusivamente a su estudio e investigación".

Aunque se logre conocer el daño potencial que pueda haber, otro problema surge cuando la interpretación científica queda relegada frente a intereses políticos o económicos, por parte de gobiernos o intereses privados, añade.

"Las posibilidades de un país subdesarrollado de modificar sus indicadores son mucho menores que los de uno desarrollado. Por una parte, le faltan científicos y técnicos capacitados, y por otra, recursos económicos", reconoce.

Atmósfera viciada

Monterrey exhibe las dos caras del progreso industrial: es una ciudad privilegiada con una red de producción extensa y diversificada, pero con una situación geográfica que contribuye a que tenga una calidad del aire...

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