Un médico sin fronteras

AutorGeorgina Montalvo

Adrián Guadarrama resume con una frase, popularizada por Marx, su experiencia como voluntario en la organización Médicos Sin Fronteras (MSF): "Hombre soy, nada humano me es ajeno".

El médico de 28 años, egresado de la Universidad La Salle, asegura que sus vivencias durante cuatro misiones le han permitido afinar los sentidos.

La vista fue el primero en sufrir esa expansión. La realidad de los migrantes centroamericanos en México se posó frente a él para que la auscultara en el consultorio ambulante que construyó con el equipo de MSF debajo de un puente en la zona de Lechería, Estado de México.

"Había leído mucho sobre 'La Bestia', como llaman al tren donde viajan los migrantes; para mí, esa 'Bestia' empezó a tener ojos, voz y piernas, era gente como yo".

Era 2008 y hasta entonces se percató que esa realidad pasaba todos los días a 40 minutos de su casa.

Cayó en cuenta que su mirada era otra: "La venda que traía en los ojos se empezó a caer, abrí mi perspectiva, el sentido que ahí se abrió para mi fue el de la vista, antes pensaba que si no veía un problema, no existía".

A los pocos días de iniciada esa misión, un miércoles, recuerda, le plantearon la necesidad de que fuera a Sudán para atender a personas sin ningún servicio médico en una zona de guerra.

"El domingo ya estaba tomando el vuelo rumbo a Ginebra, donde están las oficinas centrales de MSF, para partir a un campo de refugiados en una zona montañosa".

Tras un viaje de más de una semana para llegar a su destino, tocó el turno de afinar el sentido del oído.

"Cuando pasaba un avión, de repente me veía solo porque todos habían corrido, pues eso quería decir que iban a bombardear".

Los bombardeos eran cosa de todos los días y el quipo nacional le ayudó a adiestrarse para esos momentos: en cuanto se escuchaban los aviones, no había más que correr a alguna de las trincheras que había alrededor de la clínica, mismas que después los niños ocupaban para jugar a las escondidas en los pocos momentos de paz.

"Imagínate que estás dando consulta y al llegar el bombardeo los pacientes salían corriendo. Las mamás tomaban a sus hijos inconscientes o mientras iban a ser transfundidos, les arrancaban todo y a correr a la trinchera.

"Después había que salir a buscar a los pacientes, pedirles que regresaran a la clínica, nosotros también nos adaptamos a eso", comparte el médico.

A tres meses de estar en ese contexto, trabajando todos los días, Adrián recobró 'pilas' para continuar con su labor. Fue la...

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