'A mí me fregó Salinas'

AutorJésica Zermeño Núñez

Cuando le dijeron que su casa había sido la elegida para que el Presidente pasara la noche ahí, la señora Francisca Hernández Domínguez se emocionó. Sintió orgullo de poder ser la anfitriona de Carlos Salinas de Gortari aquella noche del 10 de enero de 1990, en Valle de Chalco.

No se imaginaba que 17 años después lamentaría ese momento. Si hubiera sabido que la obligarían a prestarle la casa al gobernador del estado cada vez que la necesitara, que meses después tocarían una madrugada a su puerta para informarle que era la última vez que dormía en ese lugar porque le comprarían el inmueble -quisiera o no- y que con los años la propiedad iba a terminar abandonada, olvidada y grafiteada no hubiera aceptado al invitado.

"En aquel entonces estaba todo muy feo. Sí acondicionaron, porque nosotros no teníamos drenaje, hicieron fosas sépticas para hacer los baños. Pero dijeron que se había hecho prácticamente todo, y eso no es cierto", dice Francisca, sentada en una de las sillas rojas de la pequeña lonchería que atiende en el Mercado Jardín desde hace 22 años, a tres cuadras de la casa.

Salinas de Gortari durmió ese día en Valle de Chalco para llevar electricidad a sus 400 mil habitantes, considerados en ese entonces entre los más pobres de América Latina. La familia de doña Francisca fue una de las 60 mil beneficiadas de esta obra, la más importante del Programa Nacional de Solidaridad.

Pronasol, la estrategia gubernamental estrella del sexenio salinista, tuvo su cuna en ese lugar del estado de México y sentó la bases para el modelo actual de políticas públicas sociales.

Esos días de enero la familia compuesta por Francisca Domínguez y Juan Hernández prestó dos terrenos juntos ubicados en los números 116 y 118 de la calle Sur 13 en los que había dos casas, una en obra negra y la otra, la que ocupó el ex Presidente, casi terminada.

"Hicieron una puerta en medio, para que las casas tuvieran comunicación, porque en una se quedó el gobernador -Ignacio Pichardo Pagaza- y en la otra el Presidente", explica doña Francisca.

Mientras los invitados utilizaban su hogar, la familia Hernández Domínguez se refugió en casa de una vecina. Recuerda que su esposo y ella tuvieron la oportunidad de tomarse un café con el mandatario esa noche, pero sólo ellos, porque a sus hijos José Alberto, entonces de 12 años, Alma María, de 10, y Mauricio Ricardo, de 7, no los dejaron acompañarlos.

"A su gente le decía que todos los muebles que metieran a la casa se tenían que...

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