Más allá del Sol y la Luna

AutorIvett Rangel

Escudos o chimallis, cuchillos de obsidiana, corazones que sangran, puntas de flecha y espinas de maguey refulgen en las paredes de Atetelco, un barrio al oeste de Teotihuacán en el que la pintura mural cautiva a los ojos curiosos.

Se cree que era la sede de la milicia debido a la cantidad de representaciones, como las arriba mencionadas, que tenían relación directa con la guerra. Atetelco es uno de los espacios residenciales ubicados en la periferia del Centro Ceremonial que buscan conquistar a los visitantes con sus paredes llenas de color y los ayudan a descubrir que hay otros lugares en la zona arqueológica, además de las pirámides del Sol y de la Luna.

Dentro de la "ciudad donde los hombres convierten en dioses", hay cuatro sitios: Tetitla, Tepantitla, Atetelco y La Ventilla, donde se localizaban las áreas residenciales de Teotihuacán. La urbe llegó a ocupar una superficie cercana a los 22 kilómetros cuadrados.

Estos espacios domésticos permiten conocer la vida cotidiana de los teotihuacanos, ya que, a través de sus pinturas, dejaron testimonio de sus actividades diarias, sus pensamientos y creencias y su manera de vivir.

El origen de Teotihuacán, considerada la primera ciudad mesoamericana, se remonta al siglo 1; su colapso, hacia el año 700.

De barrio en barrio

En Atetelco, la escuela de los guerreros, se puede admirar el mural "Procesión de Sacerdotes" en el que se conoce como Patio Blanco, donde se observan personajes de perfil portando un bastón y, a su lado, un caracol del que surge la vírgula de la palabra. Debajo de esa escena, hay jaguares, lobos y serpientes con tocados de plumas.

En Tetitla, el barrio de los nombres, las pinturas se centran en las deidades y los episodios de la vida cotidiana. Aquí resaltan la muralla de piedra, con un solo acceso (es decir, la única entrada y salida del barrio), y las viviendas con "patios hundidos", huecos rectangulares que se llenaban con agua para reflejar las luces solar y lunar hacia el interior de las habitaciones.

En La Ventilla, posiblemente, convivieron agricultores y artesanos especializados en plumaria, lapidaria y concha, según apuntan los más de 300 entierros encontrados. Destaca el Patio de los Jaguares, un diminuto espacio residencial en el que quedó plasmada la procesión de estos felinos en color naranja.

Y Tepantitla es el paraíso de Tláloc, de acuerdo con las interpretaciones que se le han dado a la obra conocida como "El Tlalocan". Este mural mide alrededor de 1.20 metros...

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