Luz de una Época

AutorRafael Aviña

El gran cine mexicano, ese que consiguió desestabilizar a una industria tan poderosa como la de Hollywood en los años 40 y 50, fue el resultado de brillantes equipos de trabajo. Núcleos de producción en los que un grupo humano aportaba lo mejor de su experiencia, como ese notable cuadro que incluía a Emilio "El Indio" Fernández, en la dirección; Mauricio Magdaleno, guionista; los histriones Dolores del Río, Pedro Armendáriz y María Félix y, con ellos, la plástica fotográfica de Gabriel Figueroa, nacido justo hace 100 años, quien no sólo lanzó el paisaje mexicano al mundo entero, sino que logró crear una reconocible firma estética.

De Fernando de Fuentes a El Indio Fernández; de Ismael Rodríguez a Luis Buñuel; de John Ford a John Huston, la mirada fotográfica de Figueroa estableció un lenguaje y unas reglas propias. Transitó del rancho a la capital, del cine revolucionario al melodrama cabaretil y del arrabal urbano, al drama social. Así, a fines de los 20, el incipiente fotó- grafo había a-prendido a manipular la iluminación de interiores en el estudio del maestro José Guadalupe Velasco.

A su vez, antes de encontrar y perfeccionar ese estilo que lo haría célebre, retrató los ambientes de vecindad -reconstruidos en estudio-, cargados de arribismo y no exentos de humor y crueldad, en "La casa del ogro" (1938), dirigida por Fernando de Fuentes, el cineasta que le ofrecería no sólo su primera gran oportunidad en el cine, sino con el que aprendería, mucho antes de colaborar con El In-dio, a capturar el ambiente rural de un México idílico y de exportación. Es cierto, sí, que su primera colaboración en la pantalla cinematográfica ocurre en 1932, como fotógrafo de tomas fijas bajo las órdenes de Miguel Contreras Torres en la cinta "Revolución", a la que siguieron unas cuantas tomas para "¡Viva Villa!" (1933), de Howard Hawks, y trabajo de imágenes para realizadores como Arcady Boytler -con "La mujer del puerto" (1933)-, Ramón Peón y Raphael J. Sevilla, así como una beca proporcionada por los Estudios Clasa para estudiar en Hollywood.

No obstante, fue en efecto Fernando de Fuentes quien lo coloca al lado del gran fotógrafo Jack Draper en "¡Vámonos con Pancho Villa!" (1935) y le confía la dirección de fotografía del primer gran clásico mexicano fuera de nuestras pantallas: un filme que impondría un género nuevo que perduraría con altibajos por más de tres décadas, "Allá en el Rancho Grande" (1936), con el que obtendría el galardón a la Mejor...

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