La luna vive dentro del lago

AutorFrancisco Armenta

Arribar a Mexcaltitán, Nayarit, es adentrarse a un fascinante pasado de México en donde los actuales pobladores se entienden con el delicado equilibrio ecológico de la laguna.

Las garzas y las gaviotas conviven con una gran variedad de peces de agua de mar y entre todos forman la fauna del manglar.

Llegar hasta ese lugar constituye una transición casi mística que ocurre entre el embarcadero La Batanga y la pequeña localidad.

El trayecto dura aproximadamente 20 minutos y por lo general un lanchero, en este caso Miguel Estrada, le da una vuelta a la isla mientras platica con los turistas.

"Nuestros paseos no son vistos en ninguna parte del mundo", asegura orgulloso mientras habla del río San Pedro y del apego cultural y social de la gente con el agua.

"Soy de la isla y me gusta estar ahí, me la paso bien. Trabajo en las lanchas pues soy pescador. Pesco camarón, robalo, pargo, lisa, mojarra y todo lo canalizo a la cooperativa de pescadores: José María Morelos".

Después se acerca para mostrar los "chiqueros" o corrales acuáticos que son construcciones rústicas hechas del mangle que la misma zona les proporciona en grandes cantidades, ahí atrapan al camarón y la jaiba.

Los viajeros también pueden pasear en lancha por los esteros y canales para así poder ver a los venados, conejos, mapaches y águilas.

Hay otras rutas, como la que va rumbo a Boca de Camichín, en donde hay cultivos de ostión y una gran variedad de restaurantes, y una última es hacia a la playa de la Ensenada.

"La Ensenada es un lugar precioso porque es una playa virgen, le llamamos virgen porque permanece todo el tiempo sola y la gente que va a ir allá tiene que llevar comida, una lonita (para el sol), y cervecitas para pasar un día agradable".

El lugar de donde somos

La vida transcurre tranquila en la isla.

Aquí los niños juegan en las calles, las señoras se abanican en la puerta de su casa, un pescador repara su red mientras los peces y camarones que sacó ese día se secan al Sol en las altas banquetas.

Pero las cosas cambian en épocas de lluvias, en especial si los meses de julio y agosto traen mucha agua, pues el río San Pedro empieza a entrar a las calles de la isla.

Es por eso que el diseño de sus calles es de gran sencillez y funcionalidad, con cinco veredas que dan hacia la laguna y un periférico llamado Venecia, así como una plaza en el centro, misma que alberga a un kiosco rodeado de casas, tiendas, un minitianguis con venta de artesanías huicholas, el templo de San Pedro...

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