Luis de Tavira: ¿Qué Teatro y para quién?

AutorSilvia Isabel Gámez

La paradoja de Luis de Tavira es haber seguido un itinerario "rigurosamente solitario" en un arte colectivo como es el teatro. El dramaturgo y director acaba de publicar El espectáculo invisible (El Milagro/CNCA), un libro de aforismos donde registra su día a día sobre la escena, "el trabajo intenso e íntimo con los actores, la acción de pensar".

De Tavira, impulsor del "monasterio teatral" de San Cayetano en el Estado de México, autor desde 1970 de más de 100 puestas en escena de obras como El caballero de Olmedo y Felipe Angeles, y titular de organismos como el Centro Universitario de Teatro y el Centro de Experimentación Teatral del INBA, recorre en entrevista las zonas vitales de la escena, inventa a su espectador y analiza la situación del teatro mexicano.

Usted es un hombre religioso, ¿qué sentido de lo divino encuentra en la práctica del teatro?

Se da una convergencia. Mi camino hacia el teatro fue una búsqueda espiritual, pero el mismo teatro tiene un origen religioso: fundó la comunidad porque la religó como lugar de reunión. El espectador, como interlocutor del discurso escénico, se transforma en identidad colectiva. Creo que como arte, el teatro es también una actividad espiritual que se mueve en la zona de lo intangible, eso que llamo el espectáculo invisible.

Ha escrito que quien abraza el teatro, renuncia a la historia. ¿La escritura es su forma de revertir esa sentencia?

No, pienso que el teatro renuncia a la historia porque es el arte del aquí y ahora. Hay cosas que no tienen historia como el cuerpo, las emociones y la vivencia artística, lo que no quiere decir que no se escriban en el tiempo, pero esa escritura es anterior, genealógica, no histórica. El actor escribe su drama en una zona imperceptible: el sistema nervioso del espectador. Escribo para conservar la memoria.

¿Cuáles han sido las constantes de su obra?

Una concepción religiosa y política del teatro, la pasión, entre otras.

Ionesco decía que su obra había sido un diálogo con la muerte, ¿con qué dialoga la suya?

Con el espectador. Todo el teatro es una interminable búsqueda de ese deseado interlocutor, que es una misma persona con muchos rostros, el testigo del enigma, de la palabra. No creo que nadie que haga teatro pueda prescindir de esa inquietud que lo puso de pie y lo llevó al escenario.

¿Considera justa la ya vieja acusación de que los grandes directores hacen teatro de espaldas al público?

Nadie puede hacer teatro de espaldas al espectador, que no...

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