Luis Rubio / La sociedad

AutorLuis Rubio

Según Marx, "la sociedad no consiste en individuos, sino que expresa la suma de relaciones y condiciones en las que esos individuos se encuentran recíprocamente situados". La sociedad mexicana difícilmente ha tenido la oportunidad de expresarse porque la lógica del sistema político fue siempre la de controlarla.

Eso comienza a cambiar: las encuestas muestran a una sociedad que igual se vuelca decididamente por un candidato en un momento dado, que cambia de opinión, reprobándolo, dos años después (Encuesta GEA-ISA, julio de 2020).

Más importante, comienzan a surgir toda clase de organizaciones e iniciativas que evidencian a una sociedad dispuesta a asumir el papel protagónico que el viejo sistema político siempre le negó.

La paradoja del momento político actual radica en que, justo en el momento en que el gobierno se aboca a reconcentrar el poder, la sociedad se organiza para limitar el daño que eso pueda representar y, quizá, para convertirse en el factor crucial que marque el rumbo futuro del país. Esa función vital que permite que un país crezca y se desarrolle, la que Tocqueville descubrió en la sociedad estadounidense del siglo XIX, comienza a nacer en México.

La gran interrogante es cómo será la interacción entre un gobierno que repele (y descalifica) cualquier cosa que parezca independiente, con una sociedad que se apresta a encabezar un proceso transformador pero que, a la vez, no acaba de desprenderse de esa tradición de control no sólo social, sino sobre todo de sus valores, modos de pensar y, especialmente, de actuar.

El desafío no es pequeño. Por más que nuestros presidentes recientes protesten agriamente por la crítica que se observa en parte de la prensa nacional, el fenómeno es sólo de las últimas décadas. En contraste con la libertad de expresión que siempre existió en muchas sociedades sudamericanas, incluso en medio de dictaduras y gobiernos autoritarios, en México el viejo sistema construyó toda una forma de conquistar las mentes que tuvo el efecto de crear verdades oficiales, un discurso de lo aceptable (e inaceptable), ideas reprobables y una noción muy peculiar del bien y del mal.

Los diversos medios de comunicación eran instrumentos del poder y servían para avanzar sus propósitos a cambio de beneficios constantes y sonantes: negociación con y para el poder. Aquellas prácticas, ya en nuestros días, distorsionaron tanto el ejercicio de la libertad y la organización de la sociedad, como a los propios medios de...

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