Luis Rubio / Reglas y raptores

AutorLuis Rubio

¿Qué es primero, leyes adecuadas para que funcione una sociedad o una ciudadanía que las cumpla? El tema no es ocioso; los países exitosos tienen algo en común: que existen reglas del juego claras para todos los actores sociales, económicos y políticos. En algunas de esas naciones las reglas son autoritarias, en otras liberales, pero hay reglas y se hacen cumplir: da igual si es China o Inglaterra.

Parte de nuestro legado priista entraña un absoluto desprecio a las reglas. Nos acostumbramos a que las existentes sólo se hacen cumplir de manera sesgada y siempre pueden cambiar, cuando así le conviene al burócrata de turno o mediante una mordida. Quizá fue esa lógica la que originó la pregunta de Cantinflas al sentarse a jugar dominó: "¿Vamos a jugar como caballeros o como lo que somos?".

No es evidente si nuestro desprecio por las reglas se deriva de las características de éstas, del desprecio casi congénito que los ciudadanos parecemos tener por ellas o por la actuación del Gobierno. El asunto no es nuevo, pues la famosa frase colonial -obedezco, pero no cumplo- muestra que es un legado ancestral. Pero dada la importancia que tienen las reglas para el desarrollo, urge dilucidar la naturaleza del fenómeno.

En Polanco hace décadas se debate sobre los estacionamientos. Por el sismo de 1985, la otrora colonia residencial súbitamente se convirtió en zona comercial. En lugar de casas, en pocos años se llenó de edificios multifamiliares. Por más que peleaban las organizaciones de colonos, las autoridades delegacionales autorizaban cada vez más tiendas, restaurantes, hoteles y comercios. Pocos de éstos tenían el número de cajones de estacionamiento requeridos. La solución mágica en cada discusión era: hacer un gran estacionamiento subterráneo bajo el parque. La idea es lógica y tiene sentido, y más porque varios delegados ofrecían construirlo y ya no autorizar más edificios o comercios. Pese a ello, la oposición de los colonos ha sido sistemática, como reaccionarios intolerantes. La lógica del que ahí vive es simple y contrasta con la de quien "visita" el lugar por tres años, como los delegados: para el colono la palabra del delegado se la lleva el viento porque no ha habido uno solo que no autorice cada vez más actividad comercial; no hay acuerdo que valga. De construirse el estacionamiento, dicen los colonos, habría justificación para nuevos permisos. No existen reglas confiables que le confieran certidumbre al ciudadano y nadie le cree a la...

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