Luis Rubio / Mitos y responsables

AutorLuis Rubio

Retorna el mito de que unas cuantas reformas nos darían acceso directo al Nirvana. Tres décadas de reformas son testigo de que éstas son indispensables, pero no lo son todo: sin claridad de dirección y liderazgo efectivo, serán insuficientes. El verdadero reto es saber qué reformar y para qué y sumar detrás de esa visión a la población. Sin ello seguiremos discutiendo "las" reformas por tres décadas más.

El problema de los mitos es que, como afirmaba Monsiváis, "la realidad del mito es la irrealidad del país". Se construyen enormes edificios en torno a una solución milagrosa y luego se pretende que cambie la realidad en un santiamén. Para ser efectiva, una reforma debe tener al menos tres características: partir de un diagnóstico certero sobre la naturaleza del problema que se busca resolver; ser coherente y consistente con otras acciones gubernamentales que se emprenden en paralelo; y debe afectar a los intereses que se benefician del statu quo que la reforma quiere modificar.

Muy pocas reformas que se emprendieron desde los 80 han satisfecho estos requisitos. Peor, se ha arraigado la noción de que nuestros problemas están diagnosticados y que lo único que falta es que el Congreso actúe para que salgamos del hoyo. Como ilustra la polémica en torno a la iniciativa de reforma laboral que envió el Presidente Calderón al Legislativo, no hay consensos respecto a las causas de los problemas. Mucho menos existen respuestas automáticas que gocen de consenso entre especialistas o políticos. No hay soluciones mágicas.

Además, dado que cada iniciativa de ley desata su propia dinámica política (producto de las fuerzas interesadas), hay riesgo de que, al final, una reforma acabe contradiciendo a otras. Esto es normal en un entorno democrático donde en cada proceso intervienen fuerzas distintas que acaban conformando un producto único cada vez. El arte de lo posible, como dirían los clásicos.

Debemos aspirar a más. La clave del desarrollo, y del logro de tasas elevadas de crecimiento económico, está en la coherencia del conjunto de estrategias que organiza el Gobierno y que se plasman en leyes, reglamentos, regulaciones y presupuestos. El éxito de una estrategia de desarrollo reside en la capacidad de un Gobierno de articular una visión y convencer a la población y a los legisladores de sus beneficios. Es un proceso inherentemente político aunque sus resultados se aprecien, para bien o para mal, en el desempeño económico.

Es evidente que el País...

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