Luis Rubio / Líderes

AutorLuis Rubio

La habilidad para lograr que cada individuo defina sus objetivos y los alcance, eso que se llama liderazgo, es quizá el factor más trascendente que hace toda la diferencia en momentos de crisis. Los grandes líderes se forjan en momentos de grandes desafíos: cuando, por circunstancias ajenas, la población tiene que resolver problemas más allá de sus capacidades personales. Los líderes más efectivos en la historia son aquellos que logran construir una solidaridad colectiva en torno a la resolución del problema. Así es como creció hasta alcanzar dimensiones sobrehumanas la fama de Winston Churchill: su accidentada historia previa no permitía anticipar que sería el gran líder que su país, y el mundo libre, verían como una luz en el horizonte, incluso en los momentos más lúgubres.

Churchill fue la persona clave en el momento crucial, pero no ha sido el único. En los pasados noventa días hemos visto a la canciller Merkel, a quienes muchos ya veían en fase terminal, no sólo recobrando un apoyo masivo en su país, sino convirtiéndose en símbolo de tesón, claridad mental y templanza. Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelandia, hizo lo propio, como lo logró su equivalente en Taiwán, Tsai Ing-wen. Lo que las distinguió fue que nunca confundieron su papel ni tuvieron agendas secundarias: se abocaron a lo que les correspondía y a nada más. Su éxito y el reconocimiento que lograron en sus naciones así lo consigna. El caso de Corea es emblemático: el presidente Moon Jae-in enfrentaba decreciente aprobación pero logró una súper mayoría en su parlamento a la mitad de la pandemia por el liderazgo que ejerció.

No son muchos los ejemplos de éxito tan extraordinario, pero son evidentes los casos de fracaso: quienes dedicaron sus energías a buscar culpables en lugar de encontrar soluciones. En situaciones de crisis, cuando la población requiere certeza y claridad de rumbo, los líderes permiten avanzar hacia una pronta resolución, impidiendo una permanente e inevitable decadencia. Al colapsarse el apartheid, Sudáfrica pudo haber evolucionado en distintas direcciones, comenzando por una carnicería de blancos. Si en lugar de Nelson Mandela el sucesor de F.W. de Klerk hubiese sido alguno de quienes sucedieron al primer presidente negro, ese país habría acabado en un violento ocaso; Mandela fue quien hizo posible una transición pacífica y exitosa. El líder necesario en el momento exacto.

Imposible minimizar la magnitud de una crisis que se...

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