Luis Rubio / Libertades

AutorLuis Rubio

México ha vivido una soterrada disputa sobre su futuro por varias décadas. De un positivo cuasi consenso -al menos entusiasmo más o menos generalizado- respecto al futuro que nació con la apertura de la economía y, especialmente, con la exitosa negociación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica al inicio de los 90, pasamos a un desencuentro cada vez más agudo que surgió de la severa recesión de 1995.

A esa crisis se remonta el "grito de guerra" del Presidente, quien de ahí salió convencido que las reformas no hacían sino acentuar las desigualdades y provocar empobrecimiento.

Echar para atrás las reformas se convirtió en su mantra y razón de ser. Pero su proyecto trasciende las medidas económicas inherentes a aquellas reformas: su querella es contra la visión filosófica -la cultura- inherente al cambio que se dio desde mediados de los 80, la que él denomina, peyorativamente, como "neoliberalismo".

De ahí que su proyecto de gobierno sea mucho menos programático que filosófico-ideológico en naturaleza y quizá de ello se derive su expectativa (o ambición) de trascendencia transexenal.

Su visión la hace clara en las siguientes líneas: "En poco tiempo... hemos contribuido a cambiar la mentalidad de amplios sectores del pueblo de México. Hemos puesto al desnudo al sistema con sus formas de control y manipulación".

La alternativa que él propone es igualmente manipuladora, pero el planteamiento entraña una visión radicalmente distinta a la que privó en el País en las pasadas décadas.

El contraproyecto que abraza el Presidente se deriva, en términos filosóficos, de las guerras europeas que emergieron por la rebelión luterana. Europa se dividió entre la reforma (protestante) y la contrarreforma (católica), un cisma que cimbró al mundo y del cual emergieron sendas, y muy contrastantes, visiones filosóficas.

De la Francia católica y revolucionaria surgió la noción de que se puede destruir lo existente y construir de nuevo desde cero, visión que acabó con Robespierre en la guillotina.

La otra visión, emanada esencialmente de la Ilustración con figuras como Adam Smith y David Hume, era más modesta en su visión y pretensiones. Su punto de partida era que el mundo es complejo y nadie puede controlarlo porque depende de numerosos factores, no todos conocidos, razón por la cual la función del Gobierno es crear condiciones que hagan posible que los individuos, las familias y las empresas encuentren oportunidades y las exploten para...

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