Luis Rubio / Gobierno vs. elecciones

AutorLuis Rubio

En la Odisea, Ulises retorna a su casa habiendo aprendido a distinguir lo esencial de la vida: separar lo profano de lo sagrado, así como la existencia de límites para el ejercicio del poder. Ulises había destruido el alcázar sagrado de Troya y esa experiencia le enseña que tiene que aprender a ser reverente ante lo sagrado, metáfora que emplea Homero para explicar los límites de las cosas, la necesidad de mesura.

El debate político en el País es álgido y en ocasiones violento, pero siempre divertido porque refleja lo que es natural: los intereses, pero también las pasiones. Los asuntos se personalizan, pero no se resuelven.

Por ejemplo, nuestro problema es de Gobierno -gobernanza- y no de naturaleza electoral. No tengo duda que se podrían y deberían mejorar los procesos electorales y avanzar hacia un estadio en el que las prácticas violatorias del espíritu de la ley sean erradicadas, a la vez que se logra una legitimidad absoluta del resultado.

Sin embargo, el hecho de que no hayamos logrado romper con estos vicios sugiere que el problema que enfrentamos no se encuentra en el ámbito electoral, pues es evidente que quienes ahí se juegan la vida son los mismos que establecen las reglas y están dispuestos -de hecho, decididos- a violarlas tan pronto se seca la tinta del Diario Oficial.

México tiene un sistema de gobierno nominalmente federalista, pero que de hecho tiene un espíritu centralista. El fenómeno del "jefe máximo", el caudillo instalado en la silla presidencial se reproduce a nivel estatal y municipal.

Antes, con un centralismo asfixiante, el Presidente servía de contrapeso frente a los Gobernadores, evitando sus peores excesos. Ahora, con un sistema centralista en ruinas, pero que permanece ubicuo, nos hemos quedado con todos los vicios del centralismo sin su única potencial virtud, que es la que hoy caracteriza a China: ser capaz de enfocar todos los recursos hacia el desarrollo, le guste a la población o no.

Nuestro federalismo es de papel. No existen estructuras institucionales para hacerlo funcionar, sobre todo a nivel estatal y municipal, donde sobrevive el viejo centralismo asfixiante, pero dedicado casi sin excepción al enriquecimiento del gobernante en turno.

Pero son las excepciones las que son reveladoras: independientemente de que se enriquezca el Gobernador temporal, hay Estados en los que las realidades del poder -o sea, la existencia de contrapesos de facto- hacen mucho más difícil el exceso.

Por ejemplo, no es...

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