Luis Rubio / Diego

AutorLuis Rubio

Ahora que finalmente ha sido liberado para poder reencauzar su vida en este mundo de criminalidad y abuso, hay dos características indelebles en mi cabeza de ese hombre de luz y sombras que es Diego Fernández de Cevallos: su infinita disposición a ayudar y estar presente en circunstancias difíciles y su extraordinaria capacidad para resolver problemas, negociar situaciones y contribuir al progreso del país. Su calidad humana y su visión de estadista rebasan todas las otras facetas de su vida como abogado de intereses y causas en ocasiones difíciles de defender: la naturaleza de sus negocios nunca le ha impedido estar atento a las cosas y problemas de otros y siempre tuvo una especial capacidad para "aparecerse" en momentos clave o situaciones críticas. No menos trascendente, siempre ha estado dispuesto a dedicarse a los asuntos nacionales y nunca confundió unos con otros. La terrible experiencia por la que pasó y que, finalmente, concluyó, permite y exige pensar en el Diego público, el Diego estadista.

Su secuestro nos consternó a muchos, a la vez que sirvió a otros para cobrarle facturas y experimentar eso que los alemanes llaman schadenfreude, el disfrute de la pena ajena. Supongo que una personalidad tan fuerte e involucrada en tantos asuntos y temas inexorablemente genera pasiones, pero también es una manera demasiado fácil de ignorar y, sobre todo, desdeñar la relevancia e importancia de una persona como Fernández de Cevallos en el panorama político. La figura de Diego permite especular sobre algo que los historiadores siempre advierten que jamás debe hacerse: qué hubiera ocurrido si Diego hubiera sido presidente en lugar de los otros dos panistas.

Afortunadamente no es necesario aden- trarse demasiado en la especulación. El paso de Diego por el poder legislativo en los ochenta y noventa aporta datos fehacientes, así como ejemplos tangibles, que ilustran lo que, previsiblemente, hubiera hecho, al menos como manera de actuar, de haber llegado a la presidencia. En aquella era, mientras que Fox se ponía orejas de burro en la ocasión de un Informe Presidencial como muestra de su enfado con el viejo sistema, Diego se dedicó a negociar muchas de las pocas reformas que se avanzaron en ese periodo y que resultaron extraordinarias cuando se comparan a las subsecuentes. Gracias a su liderazgo de la segunda bancada del legislativo, cuando lo llamaban "el jefe Diego", se aprobaron reformas en materia bancaria, electoral, agraria y comercial. Se...

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