Luis Rubio / Cuatropeado

AutorLuis Rubio

En un mundo que se caracteriza por la globalización de los procesos productivos, tecnológicos y comerciales, el éxito de las naciones depende de las capacidades de sus habitantes. Y la esencia de la capacidad de las personas reside en lo que pomposamente llamamos "capital humano", que no es otra cosa que los activos y atributos con los que cada persona cuenta, determinados en buena medida por la educación recibida y la calidad de los servicios de salud a los que se tiene acceso. Suponiendo que los servicios de salud proveen al menos un fundamento básico para que cada persona pueda gozar de su vida, mientras mejor sea la calidad del sistema educativo, mayor será el potencial de desarrollo de las personas. Bajo este rasero, nuestro sistema educativo es un desastre y no está avanzando en la dirección correcta.

Todo mundo habla de la educación, pero poco se hace por transformarla. Más allá de decisiones grandilocuentes, pero irrelevantes, como decretar un nivel de gasto artificial que no empata con realidad alguna, ni la presupuestal ni la política, el congreso y el gobierno no han hecho nada para avanzar en el terreno educativo. Es cierto que existen reformas de diversos tipos y que se han creado mecanismos de evaluación tanto de profesores como de alumnos, pero el marco de referencia que emplean es incorrecto, pues no tiene relevancia en el mundo en el que nos ha tocado vivir. La educación es un instrumento y, como tal, debe ser apropiado para las condiciones del mundo en el que tendrán que emplearlo sus beneficiarios; si el instrumento no empata con las necesidades y circunstancias de la realidad, es simplemente irrelevante. Mucho de irrelevante tienen los programas educativos que hoy existen en el país.

El punto de partida es el mundo en que vivimos. El niño que asiste a la escuela actualmente, enfrenta la necesidad de prepararse para competir con niños como él en otras latitudes. Es decir, a diferencia del pasado, el niño que nace el día de hoy en Tingüindín no medirá sus fuerzas y competencias con otros niños de su localidad, sino con sus pares en el resto del mundo. La globalización ha creado un entorno de competencia real del que ningún país o gobierno se pueden abstraer. Algunos pensarán que si cerramos las puertas al comercio, por citar un argumento típico, el problema quedará resuelto. Pero sólo desde el colmo de la insensatez puede sostenerse semejante argumento. Cerrar las puertas al comercio y a la globalización sólo profundizaría...

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