Luis Rubio / Confusiones y certidumbres

AutorLuis Rubio

Cuenta una historia que Mark Twain, el gran autor estadounidense, y el novelista William Dean Howells salieron a caminar una mañana solo para encontrarse en la mitad de un chubasco. "¿Crees que parará?", preguntó Howells. "Siempre pasa", respondió Twain. Gobiernos van y gobiernos vienen pero la constante en nuestro país parece ser un mal sistema de gobierno que, a diferencia de la lluvia, no termina de manera natural. Luego de muchos años de gobiernos incompetentes e insuficientes, ahora tenemos uno que cuenta con atributos clave para poder gobernar de manera efectiva por lo que éste es un momento propicio para preguntar cuál es la función del gobierno en el desarrollo del país.

La interrogante no es especialmente mexicana en naturaleza. Innumerables naciones experimentan problemas que podemos reconocer como nuestros, desde el abuso burocrático hasta la naturaleza cambiante de los ordenamientos legales. Algunos países comienzan a avanzar intentos para enfrentar el problema y hay mucho que podríamos aprender de ellos.

Aunque el debate público es prolijo en respuestas explícitas e implícitas a la interrogante sobre las responsabilidades del gobierno, lo primero que es evidente es que la función de un gobierno es, ante todo, gobernar. Podría parecer redundante, pero México es un país que hace mucho no ha sido gobernado. Más allá de acciones específicas que, bien o mal, el gobierno -el actual y los anteriores- satisface de manera normal, como la política exterior, defensa y administración tributaria, por citar algunas obvias, la función de gobernar hace mucho que prácticamente no existe en el país. Ejemplos sobran: el pobre desempeño económico, la persistente entrada (ilegal) y tránsito de migrantes, la inseguridad pública, la violencia, el mal uso de los dineros públicos a todos los niveles de gobierno, el sistema de justicia y, en particular, la propensión a cambiar las reglas del juego cada rato, igual en materia comercial que electoral, en el déficit fiscal y en los impuestos. ¿Cómo se puede esperar que un país funcione cuando el entorno legal y regulatorio cambia con frecuencia y sin mayor razón que las preferencias de los políticos del momento?

Hace algunos años caminaba yo por una calle de enorme circulación en Seúl, la capital de Corea; una calle ancha, llena de camiones y coches. De pronto, al llegar a una esquina de una calle menor vi a un niño, que seguramente no tenía más de tres o cuatro años, salir destapado en su...

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