Luis Rubio / China y México hacia adelante

AutorLuis Rubio

La crisis del 2008 fue un parteaguas para China.

Hasta ese momento, la gran nación asiática había experimentado una acelerada transición del socialismo maoísta hacia la liberalización encabezada por Deng Xiaoping, que arrojó más de 30 años de tasas anuales de crecimiento superiores al 10 por ciento.

La lectura occidental fue que, tarde o temprano, China convergería con el resto del mundo no sólo en niveles de desarrollo económico, sino en apertura política.

Independientemente de las dinámicas políticas internas, lo que hoy parece claro es que en el 2008 se definió una nueva senda, mucho menos aperturista en lo económico, más autoritaria en lo político y mucho más asertiva en el plano internacional.

La nueva dirección que China está adoptando va muy de la mano con la retracción estadounidense en el plano internacional, lo que arroja un escenario de enorme trascendencia para México.

Por las pasadas décadas, China, potencia emergente que actúa con absoluta determinación geopolítica, ha esquivado a México.

Si bien ha habido algunas instalaciones industriales (la mayoría maquiladoras) y al menos dos proyectos de infraestructura, ambos fallidos, la presencia china en México es mínima, sobre todo cuando se compara con otras naciones del sur del continente o en África.

China siempre ha reconocido la localización geográfica y los vínculos económicos que caracterizan a México, razón por la cual se había mantenido relativamente al margen.

Dos circunstancias han alterado esta historia: por un lado, la nueva tónica estadounidense bajo la Administración Trump ha reabierto la discusión dentro de México sobre la elevada concentración de los vínculos económicos con EU.

En adición a esto, acciones proteccionistas como la relativa al acero pero, sobre todo, la permanente amenaza de cancelar el TLC, exigen una revisión de las prioridades nacionales.

Por su parte, la nueva asertividad china tiene sigue una racionalidad implacable: aprovechar la debilidad estadounidense para establecer nuevas realidades geopolíticas.

La forma en que ha ido construyendo islas artificiales a lo largo del mar del sur de China no deja duda de la claridad de visión, lo que se refuerza con la nueva tónica interna de un liderazgo unipersonal "permanente".

La decisión de Xi Jinping de obviar elecciones regulares dice todo sobre sus objetivos tanto políticos como internacionales: aunque entraña una evidente complejidad de sucesión, permite una gran continuidad de mando y de visión.

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