Luis Rubio / El asunto del poder

AutorLuis Rubio

A Jacobo Zabludovsky, hombre culto, recto y generoso

"¿Qué es la paz? ¿Es simplemente la ausencia de guerra?". Éstas son las preguntas medulares que analiza Kant en "La Paz Perpetua". Kant afirma que si la paz no es más que una tregua que acuerdan los contendientes para prepararse para su siguiente ataque, la continuación de la guerra por medios políticos y la exitosa subyugación de un contendiente por otro, entonces no es una paz real.

De acuerdo a Kant, una paz real requiere el reino de la ley dentro del Estado y entre los contendientes. Es decir, requiere que todos los que acuerdan la paz crean en ella y la asuman como suya, o sea, que la asuman como legítima.

Si traducimos esto a la política mexicana, Kant reprobaría a los partidos políticos y al Gobierno porque es evidente que no aceptan el reino de la ley, porque ven a los pactos y a las leyes como un medio para eliminar al contendiente en la próxima justa y no como una competencia en la que todos gozan de los mismos derechos, independientemente de que unos ganen y otros pierdan.

El problema del poder en nuestro país tiene dos dinámicas: la primera se refiere a las relaciones entre los partidos y los políticos. En esta dimensión, existe una conflictividad permanente y, a la vez, una funcionalidad.

Aunque parezca paradójico, los dos planos son parte de la vida política del País: los últimos años han demostrado la existencia de capacidad de negociación, articulación de iniciativas y cooperación entre partidos y políticos; por otro lado, no deja de persistir la propensión a deslegitimar al contrincante, disputar la limpieza de los procesos electorales y asumir que la legitimidad se mide en términos de quién gana y no de que todos se apeguen a las reglas del juego.

El hecho tangible es que la política mexicana sigue cimentada en la corrupción y en la búsqueda del poder por cualquier medio.

La existencia de reglas del juego es una molestia más que la clase política ve como un costo de estar en el juego y no como una guía a la que tiene que apegarse sin discusión. Lo único importante es el poder y no hay límite alguno en la lucha por alcanzarlo, en buena medida porque el poder sigue siendo un juego de suma cero: lo que uno gana el otro lo pierde y no hay discusión al respecto.

En este contexto, no hay peor enemigo de la clase política que la existencia de contrapesos, porque éstos limitan su capacidad de abusar. El poder no es absoluto, razón por la cual es imprescindible institucionalizar...

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