Luis Manuel Garza/ De primas y comadres

AutorLuis Manuel Garza

No cabe duda que, para bien o para mal, los tiempos han cambiado y nos encontramos en la época en la cual todo puede suceder.

Y lo digo porque ahora ya es posible ver en bares a grupos de amigas y amigos, todos casados pero sin sus parejas, en reuniones estrictamente sociales. El hecho en sí mismo no tiene nada de malo; sin embargo, hasta hace pocos años un evento de ese corte era simplemente impensable.

Pero aunque se supone que no tiene nada de malo tomar la copa con amigos y amigas, algo raro sucede en ese tipo de situaciones y como que la gente involucrada se le queda a uno viendo raro cuando uno también se les queda viendo raro.

Lo que puedo recomendarle es que, cuando presencie un evento parecido, haga como que no vio nada; no vaya a ser que se revierta la situación y entre los presentes se encuentre la prima buena onda de su pareja, quien para crear una cortina de humo diga: "Fíjate que vi a (aquí ponga su nombre) en el bar, y como que estaba ligando".

En fin, esto no tendría relevancia alguna si no fuera porque coincide en tiempo y lugar con un incremento brutal de divorcios, lo cual me hace suponer que ambos temas, el del exceso de libertad de los integrantes de la pareja y la desintegración familiar, no son hechos aislados.

Y si a eso le agregamos que en menos de dos semanas uno puede enterarse de tres casos de parejas en problemas en donde la trama versa sobre "el compadre y la comadre que andaban de novios y los pescaron en la maroma", de plano algo grave está sucediendo.

Al enterarme de estos recientes acontecimientos, me acordé del sabio consejo que un día me dio mi padre: "Escoge bien a tus amistades", frase cuyo verdadero significado apenas empiezo a comprender.

Claro, porque si una señora es como la de los tres casos que le cuento, la calidad del amasiato que eventualmente se presente, será directamente proporcional a la casta de las amistades de su propio marido.

Si se elige adecuadamente a los compadres y amigos, se tendrá la seguridad de que la dama no andará con cualquier pelafustán incapaz de comprenderla, quien pudiera inclusive maltratarla.

Estas historias, más otras similares que ya me sabía y todas aquellas de las cuales nunca se sabrá nada, me hacen pensar en la existencia de tipos sumamente empáticos con sus compadres, tanto que hasta los sustituyen en una de las actividades consideradas obligatorias por la ley, como lo es el débito carnal.

Qué buenos compadres, ¿no cree?, cumpliendo las obligaciones de otro sin...

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