Luis F. Aguilar / Leyes y políticas

AutorLuis F. Aguilar

El optimismo que despertó la segunda alternancia democrática en el gobierno federal se topa una vez más con grupos de connacionales que, guste o no decirlo, se convierten en un lastre para el avance del país. Es una situación que se repite periódicamente, que parece fatalidad histórica nacional y que derrota calamitosamente acciones que podrían poner al país en otra dinámica y en otro nivel, en el que los hoy oposicionistas, agresores y transgresores podrían tener mejores condiciones y proyectos de vida. Los movimientos de oposición a las políticas públicas del gobierno no son necesariamente progresistas ni de propósito público y sobran en la historia nacional oposiciones cuyas causas fueron regresivas, dañaron a la sociedad y le hicieron perder tiempo, oportunidades y rumbo.

Según los colores ideológicos o las afiliaciones políticas, unos festejarán que las calles y plazas de la Ciudad de México o las calles, plazas y carreteras de las ciudades del Pacífico Sur del país se llenen de connacionales, esta vez de grupos de profesores sindicalizados, que tratan de intimidar a los gobiernos y forzarlos a cambiar las decisiones que afectan la comodidad de sus vidas, trabajo e ingresos, que pagamos los contribuyentes. Otros ciudadanos, en cambio, estamos dispuestos a apoyar la posición de firmeza del gobierno del Estado contra la transgresión de las leyes y la afectación de los derechos de los demás ciudadanos, al mismo tiempo que recomendamos diálogo y entendimientos en el terreno de las políticas (en este caso, políticas educativas) con los que creen o dicen que serán afectados por ellas. No es una posición contradictoria, pues la gobernanza tiene siempre dos instrumentos distintos que deben encontrar su equilibrio: las leyes y las políticas. Es hora de entenderlo. Cansino e improductivo es ver que los ciudadanos inconformes con las políticas del gobierno se transforman en transgresores de las leyes y los derechos de los demás. Confundir la transgresión de la ley del Estado con la oposición a una política del gobierno es confundir peras con manzanas (venenosas, además). Desafortunadamente son muchos los confundidos.

La posición dual de apoyar al gobierno en la contención de los transgresores y de invitarlo al diálogo con los opositores es correcta, pues una cosa son las leyes del Estado, cuya transgresión no puede ser tolerada, a menos que nos resignemos a que la convivencia social se vuelva incierta y miserable, y otra cosa son las políticas...

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