Luis F. Aguilar / El espectáculo

AutorLuis F. Aguilar

En este par de semanas los políticos han montado un gran espectáculo, que nos ha dejado ver el modo como practican la política y como funciona la política nacional. Ha sido un espectáculo valiosísimo, algo que agradecerles, pues ha servido para confirmar algunas ideas que ya teníamos sobre la mecánica de la política doméstica o para conocerla mejor. Las elecciones del PRD han sido indudablemente un espectáculo de teatro del absurdo, pero el gran espectáculo, la función estelar, ha sido la reforma energética, la petrolera o la de Pemex (o como ahora se le llame), en la que han participado las más o menos 100 personalidades que deciden los futuros del país: Presidente, líderes de Cámaras, funcionarios, dirigentes de partidos, gobernadores, algunos poderes fácticos, representando cada uno el papel que la obra le ha asignado o que quiere jugar, solo o con coro, en paz o con batallones callejeros.

Frente al espectáculo de la reforma muchos ciudadanos se habrán puesto serios y ratificado su juicio sobre la baja estatura de nuestros políticos al momento de abordar los asuntos cruciales del país. A pesar de lo serio del asunto, una reacción apropiada es mantener un cierto sentido del humor, porque las escenas de nuestros políticos en estas semanas han sido tan obvias y previsibles, que resulta difícil entender cómo pueden creer que creemos en sus pronunciamientos, cuestionamientos, indirectas, advertencias y hasta amenazas. Sabemos que las tácticas efectistas son el abecé de los políticos en las decisiones espinosas y que los políticos no suelen ser suicidas.

El espectáculo es claro en su desarrollo. Táctica AMLO (más que del PRD): escándalo e intimidación en vez de discusión. La discusión sobre las reformas para resolver los asuntos críticos del país obliga a razonar, a ofrecer evidencias, argumentos y cálculos, que nuestro amigo no posee y que en su opinión convencen sólo a los letrados y expertos pero no a "la gente" que es la que electoralmente importa. Procede entonces el escándalo que con un solo golpe disuelve el problema aunque no lo resuelva. En lugar del debate racional la jugada ganadora es filtrar documentos, falsos o no, que pongan en duda la honestidad de las personas comprometidas con la solución del problema. El escándalo siembra la duda de que los reformistas persigan objetivos nacionalistas, públicos, e induce a sospechar que tras la reforma se esconden sucios intereses de negocios privados con jugosas rentas. Despojar al...

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