Luis F. Aguilar / Credibilidad

AutorLuis F. Aguilar

El ambiente de estos días es belicoso, desordenadamente belicoso, con políticos que atacan a sus rivales y a sus mismos compañeros. Sin embargo, estos años de democracia aparatosa deben habernos ya enseñado a discriminar entre los asuntos que realmente son graves y los que parecen serlo. No se nos tiene por qué subir la presión arterial ante cada declaración tronante de guerra de los políticos de renombre. Los políticos son acabados actores en un doble sentido, saben actuar en la realidad y en el escenario, saben producir cosas y saben representar papeles, son reales y son teatrales. Con frecuencia hacer teatro es su actividad preliminar antes de hacer cosas.

El hecho político de estos días es el pulso entre el Legislativo y el Ejecutivo no por la reforma energética sino por el espionaje, en el entendido que el pulso por el espionaje podría ser una táctica para llegar con ventaja a la negociación final de una reforma energética que en el mejor de los casos será una reorganización de Pemex con llamados a la eficiencia, productividad, competitividad de nuestra empresa pública, pero sin romper los candados fiscales, sindicales, tecnológicos, financieros y... mentales. Es difícil creer que legisladores y Ejecutivo quieran en este momento medir fuerzas, cuando medio mundo ha entendido cuál es la reforma energética viable, aceptable, aprobable, aunque no sea la que se requiere. Más que preocuparse por el espionaje debemos preocuparnos por estar a punto de tener una reforma que no será reforma en un tema crucial para el país, pero que a lo mejor podrán firmarla los poderes por razones de teatro más que de realidad.

La tensión política procede del espionaje que presuntamente padece el senador Manlio Fabio Beltrones, cuya airada denuncia hizo que sus allegados y legisladores del PRD consideraran que el espionaje era una falta de respeto a la honorabilidad del senador y un ataque a la dignidad del Poder Legislativo, por lo que la Comisión Permanente, simulando una práctica de régimen parlamentario que no presidencial, hizo pública su pérdida de confianza en el director del Cisen y exigió su renuncia. El asunto pudiera entretener por su teatralidad, si no fuera porque nuestros legisladores de oposición con la bandera del agravio son capaces de armar un conflicto con el Presidente antes del II Informe, romper compromisos, descafeinar aún más la reforma energética y, en el fondo, arrebatarle otro cacho más de poder al Ejecutivo, que en las actuales...

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