Luis F. Aguilar / ¿Qué hemos aprendido?

AutorLuis F. Aguilar

El final del sexenio es también el cierre de la primera experiencia de eso que hemos llamado gobierno democrático. Los juicios sobre el desempeño del presidente Fox comienzan a apilarse y, más a fondo, con desasosiego, también los juicios sobre el funcionamiento y los resultados de la democracia mexicana en su primer acto. ¿Lo que hemos vivido en estos años es lo que se llama democracia? ¿Es esto la democracia por la que se luchó por años? ¿Se puede esperar o exigir algo diferente en los años entrantes o el tiempo que viene será inexorablemente la réplica del sainete de políticos hábiles para hablar pero bastante incompetentes para entenderse y para hacer? ¿Qué ha aportado la pluralidad y la competencia política para la gobernación del país o qué cosa hemos ganado con la composición plural del Congreso, fuera del control paralizante del Ejecutivo? Más allá del gran salto político de tener elecciones libres y ciertas, ¿en qué la democracia ha sido la diferencia para construir el futuro del país? Estas son algunas de las preguntas que circulan en las conversaciones de los ciudadanos de la sociedad económica y civil, aunque no sean las preguntas que se hacen los políticos que con la democracia han hecho como nunca su agosto, buenos ingresos, constante exposición en los medios y la arrogancia de que cualquier asunto que importa y es decisivo para el país tiene que pasar por su estrecha aduana mental.

Todos esperábamos superior capacidad directiva de la democracia, mayor capacidad de solución de los problemas. La sensación general es que la democracia estuvo por debajo de lo esperado y produjo menos de lo que su publicidad militante anunció entusiastamente que iba a realizar. Lo que menos importa es el balance y desenlace del sexenio Fox, aunque está en alerta nuestro sistema de protección personal ante cualquier indicio de huracanes económicos sexenales que pudieran empobrecernos otra vez más. Lo que fundamentalmente importa es evitar que el gobierno democrático por ineficiente, inconsistente, hablador pierda la confianza de la sociedad y que, entonces, se abran los precipicios de la anomia social o del autoritarismo de masas intimidador y caprichoso.

Para la mayor parte de nosotros la democracia era un concepto, derivado de libros de teoría política o de crónicas de otros países. Fue lógico entonces, sin conocimiento y experiencia, que cada quien confeccionara su idea de lo que debía ser o hacer la democracia y no faltaron los que imaginaron...

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