Luis F. Aguilar / ¡Ciudadanos, a bordo!

AutorLuis F. Aguilar

Nos hemos enredado en muchos problemas políticos debido a que los hemos planteado de manera incorrecta y, en consecuencia, los hemos resuelto mal. Un botón de muestra es nuestro entrampe político actual, que se debe a ideas parciales y aun equivocadas al plantear la transición. Sin embargo, transición fue un concepto políticamente ganador, hizo llegar a la titularidad del mando presidencial a uno de los transicionistas más aguerridos y audaces, aunque después se haya dado cuenta de que la democracia mexicana, para estar en condiciones de gobernar, requiere componentes institucionales, hacendarios y administrativos que ni él ni los democratizadores más sobresalientes contemplaron en su planteamiento de arranque. El país no está para repetir la historia de ideas equivocadas o simplificadas con implicaciones políticas graves, aunque parece perfilarse de nuevo una situación similar.

Hemos vivido oleadas de conceptos teóricamente precarios pero políticamente ganadores. Transición fue el primer gran concepto de época, la sociedad civil el segundo y nuestra inminente tercera ola conceptual parece ser la ciudadanía. La hora de la ciudadanía ha sonado. Ciudadanía es la marca que vende, la posicionada. ¡Ciudadanos, a bordo! El mensaje es claro: los políticos que no salgan de las filas de los ciudadanos y no sean sus portavoces no tienen futuro político, así como antes se afirmaba que no tenían gran futuro político (o un futuro estimable) los que no participaban en los varios clubes transicionistas o en las organizaciones de la sociedad civil, en las ONG.

La novedad de hoy es que se sugiere o prescribe que los nuevos políticos mexicanos no sean o parezcan políticos y que broten de cualquier lugar menos de los partidos. Los militantes, gobernadores, legisladores, funcionarios no tienen credenciales políticamente confiables en este momento. Los que hoy tienen posibilidades deben ser o parecer universitarios, empresarios, académicos, profesionistas, articulistas, ejecutivos privados, voluntarios de organizaciones civiles altruistas... Confesarse sin partido es tener electoralmente el as ganador. Por lo menos hay que inventarse una historia personal que muestre que no se han tenido relaciones comprometedoras con esa lacra social que hoy son los partidos, la clase política y los gobiernos. La fórmula ganadora es venir de la sociedad civil, como se decía antes, o salir de las filas de la ciudadanía, como se afirma hoy.

Antes ser priista era el estigma...

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