Luis F. Aguilar / Lugares comunes

AutorLuis F. Aguilar

La fuga al futuro se ha convertido en el procedimiento de nuestros políticos para procesar el presente de estos enrevesados años, meses, semanas. La cabeza de muchos de nuestros políticos ya no está en el tiempo presente, que soportan, administran, más o menos encuadran, pero que ya no les importa. Con excepción de los hombres del Presidente que nos dicen que están más animados y resueltos que nunca y que su sexenio de ningún modo ha terminado, la mayor parte de nuestros políticos ya empacó mentalmente y se fue de viaje al futuro. Navegamos en medio de confrontaciones abiertas, presupuesto pendiente, asesinatos de agentes de seguridad, explosiones de violencia aquí y allá, con gentes cada vez más dispuestas a hacerse justicia y resolver sus problemas por fuera de la autoridad y la ley, pero nuestros políticos viven ya en el futuro, están preocupados por destaparse, por integrar redes ciudadanas de apoyo, por crear sus promotores estatales, por dar forma a candidaturas independientes ciudadanas, por dar a conocer sus proyectos y por retarse a debates públicos el año que entra.

Nos guste o no, para nuestros políticos y para muchos ciudadanos con ellos es más importante crear un punto de partida nuevo, una nueva esperanza, una nueva plataforma de lanzamiento, una cara nueva, que gastar las energías en la misión imposible de resolver los actuales problemas públicos que cada vez se enredan más, multiplican y agravan y que ellos mismos propiciaron con sus rigideces y revanchismos. El mensaje es simple y pesimista. No hay ya nada que esperar del presente, sus potencialidades están agotadas, se acabó su tiempo. No hemos llegado aún al punto del "rompan filas", pero mentalmente buena parte de nuestros políticos han decidido que más que terminar bien este gobierno importa comenzar mejor el otro. Una vez más la sociedad buena, el gobierno bueno están por venir en este país, que se distingue por su inagotable capacidad de espera e ilusión política.

Pero si el presente es dramático, el 2006 puede volverse trivial. Es muy probable que sustituyamos la confrontación de estos años y meses por los lugares comunes de la contienda electoral y que el debate sobre el futuro nacional reedite aburridamente los debates previsibles entre los populismos, autoritarismos, neoliberalismos, neosocialismos, nacionalismos, humanismos, estatismos... El debate consistirá en la habilidad de descalificar al rival con algún adjetivo de los ismos acostumbrados y desprestigiados...

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