Luis F. Aguilar / Creencias políticas

AutorLuis F. Aguilar

Semana mayor, política menor. La pequeña política nacional, cada vez más asunto de policía, repta entre corrupciones y narcotráfico con complicidades en la administración pública, tiene su epicentro nada menos que en la capital de la República y estados circunvecinos y golpea la ya aporreada reputación de los tres partidos más importantes. Es un tiempo de portafolios con buenos billetes, de escondites públicos del narcotráfico, de tráfico de placas y antes de migrantes, a lo que se suma nuestra ración cotidiana de espectáculo televisivo de procuradores en cruzada contra el mal público y de políticos que arrastran largas colas pero que ahora se rasgan las vestiduras por la putrefacción moral que se apodera de la política y enjuician a quien les viene en gana. Los pícaros protagonizan la pequeña política hecha policía y los procuradores se vuelven los actores estelares de una política eclipsada. La actitud ciudadana, en respuesta, oscila entre el fastidio, el enojo, la indignación, la condena, la indiferencia. Unos hacen bien en mandar al diablo a los pícaros, aunque tiren al niño (¿existe?) con el agua sucia, mientras otros cívicamente preocupados se preguntan cómo enderezar la política, rehacer su eficacia, ya que en este país la política es o parece ser todavía el recurso principal que tenemos para que la sociedad no naufrague.

El efecto de la pequeña política como policía es ocultar y bloquear acciones que intentan ser política en serio. El Legislativo ha producido o tiene en estudio reformas importantes, electorales y de seguridad pública (sin mencionar las estructurales), aunque de nuevo asoma su cabeza la pequeña política cuando el Presidente se pone una vez más a presionar a los legisladores, como si la fórmula del emplazamiento hubiera sido productiva en el pasado. "¡A ver cómo le hacen!" Supuestamente el aprendizaje para no repetir errores es una de las virtudes de la democracia, pero la verdad es que no ha funcionado ni el dejar hacer ni el forzar a hacer a los legisladores. ¿No habrá una tercera fórmula viable y productiva? Sin absolver a los legisladores, también incapaces de aprender de las historias de las últimas legislaturas, Los Pinos y Bucareli deben aplicarse a encontrar la fórmula, aunque estemos ya en el tercer cuarto del juego. Por lo menos es de suponerse que hayan aprendido que el asunto no se resuelve ni con exhortaciones ni regaños, ni con súplicas o desdenes, que gustan reproducir y dramatizar los medios de...

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